A 100 años del nacimiento de Haroldo Conti, Emilio Teno y Mariano Taborda le rinden homenaje con un documental
Los escritores y docentes del Taller de Narrativa llevan años investigando la obra del autor desaparecido. Por qué leer sus textos hoy, qué los motiva de su literatura y un adelanto del filme documental que están preparando sobre su figura, en charla con LA CAPITAL.

"A Haroldo Conti no lo conozco" es el título del documental que dirigen Teno y Taborda.
El 25 de mayo de 1925, en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, nacía Haroldo Conti. La coincidencia con el aniversario de la Revolución de Mayo parece más que una casualidad: desde el origen, su vida y su obra tuvieron un vínculo profundo con su tiempo y su pueblo.
Narrador, poeta, dramaturgo, guionista, periodista, maestro de primaria, profesor de latín, empleado bancario, militante, seminarista, piloto de avión, navegante y nadador: todos estos oficios cultivó durante su vida, aunque fue en la escritura donde encontró un lenguaje para desarrollar su voz.
Entre sus libros publicados, se destaca su primera novela, “Sudeste”, que obtuvo en 1962 el Premio Fabril, y con la se convierte en una de las figuras de la llamada “generación de Contorno”. Le siguieron los libros de cuentos “Todos los veranos” (1964) y “Con otra gente” (1967), con los que recibió más galardones, y las novelas “Alrededor de la jaula” (1967), “En vida” (1971) y “Mascaró, el cazador americano”, publicada poco antes de su secuestro.
En su obra narrativa aparecen como motivos el territorio bonaerense, con sus paisajes y sus ritmos, el río y también los personajes anónimos, descriptos por Ricardo Piglia como “héroes medio vencidos, historias de perdedores, de gente común que resiste y que tiene siempre una ilusión que la sostiene”, aunque aclara que “no son personajes derrotados”.
Militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Frente Antiimperialista por el Socialismo, fue parte de una generación de intelectuales que entendieron la escritura como una forma de intervención política. Escribió artículos para la revista Nuevo Hombre y colaboró con Crisis, donde dejó crónicas memorables, notas de opinión y también relatos de ficción. Su vínculo con el periodismo se extendió por más de dos décadas: comenzó en los años 50 con críticas de cine, y retornó al oficio en los años 70, cuando se puede ver los cruces entre literatura, vida y política.
El 5 de mayo de 1976, a menos de dos meses de haber comenzado la última dictadura cívico-militar en Argentina, Haroldo Conti fue secuestrado por un grupo de tareas vinculado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Tenía 50 años y seguramente mucho más por escribir. Hasta hoy permanece desaparecido.

Haroldo Conti.
Desde hace más de seis años, los escritores y docentes Emilio Teno y Mariano Taborda investigan la obra de Conti. Ayer, en la vigilia del centenario de su nacimiento, presentaron en Cuatro Elementos el espectáculo “Geografías de una escritura”, una propuesta multimedial que incluyó intervenciones teatrales, una exposición teórica y la proyección de un fragmento del documental que codirigen: “A Haroldo Conti no lo conozco”.
La dupla literaria Teno-Taborda, que ya está consolidada, dicta clases de lectura y escritura en el Taller de Narrativa por el que ya pasaron más de mil participantes. Sobre Conti, han ofrecido charlas, talleres y seminarios y ya realizaron la investigación, el guion y la dirección de la película documental que se encuentra en postproducción y búsqueda de financiamiento para su finalización.
¿Por qué leer hoy a Haroldo Conti? ¿Cómo se entrelazan en su obra la literatura y la militancia? ¿Cuál es el enfoque de su documental? De estos temas hablaron Teno y Taborda con LA CAPITAL.
—Vienen investigando desde hace tiempo a Haroldo Conti. ¿Recuerdan cuándo y cómo surgió el interés por su obra?
—Somos lectores de la obra de Conti desde hace muchos años. Ya como compañeros de trabajo en el Taller, en las conversaciones sobre literatura, fue uno de los autores del canon personal que los dos compartíamos. Es una relectura que siempre nos acompañó.
—¿Qué es lo que les motivó y sigue motivando de la poética de Haroldo Conti para decidirse a pasar de la lectura y la investigación a la realización de un espectáculo y un filme documental?
—La vida y la obra de Conti son indivisibles. Puede rastrearse la biografía en sus textos de ficción. Una obra profunda, humana, muy sensible sin caer en lo cursi. Y, sin dudas, una poética: la del escritor vitalista; la de la lírica al servicio de contar historias de personajes menores, personajes sencillos. Mientras investigábamos para escribir unos textos para un seminario sobre Haroldo, dimos con personas que mantienen viva su obra en homenajes casi secretos, tanto en Chacabuco como en Tigre. Luego conocimos a su familia, tuvimos acceso a material inédito, ese fue el comienzo de este viaje que ya lleva más de seis años.

Escena del rodaje de “A Haroldo Conti no lo conozco”, escrito y dirigido por Emilio Teno y Mariano Taborda.
—Como docentes del Taller de Narrativa, imagino que piensan la práctica de la escritura de manera constante. ¿Pudieron reconstruir cómo concebía él el oficio de escribir?
—Se consideraba un trabajador, sin muchas diferencias con su abuelo carpintero o con su padre vendedor ambulante. Un escritor que vende su fuerza de trabajo condensada en un texto. El testimonio que pudimos recolectar de sus hijos nos habla de un escritor muy disciplinado, detallista, que se encerraba a escribir y exigía silencio. Publicó de grande, el primer libro cerca de los cuarenta años: forjó artesanalmente, durante décadas, su escritura.
—¿En qué lugar ubicarían la obra de Conti? ¿Dentro de qué movimiento, con qué autores o tradiciones dialoga?
—Se lo suele pensar a partir de su generación, junto con Walsh, Di Benedetto, Urondo. Podemos pensarlo dentro de la serie del río, del agua, con Enrique Wernicke; una serie más latinoamericana asociada a la geografía con Rulfo, Guimarães Rosa o Carpentier. O a la serie de los textos con claves políticas, tal vez la tradición más sostenida de la literatura argentina, la que nace con “El matadero” de Echeverría.
—¿Cómo definirían la relación entre literatura, política y militancia en Conti?
—Podemos pensar en dos vínculos distintos. El de la década del 60, con la novela “Sudeste” y los primeros cuentos: ahí la política subyace, está en segundo plano, hay opresión pero no en términos explícitos, son personajes solitarios, que sufren. En la década del 70, sobre todo con su última novela, “Mascaró, el cazador americano”, la política emerge al primer plano. Conti era militante, participaba en el espacio cultural del PRT, aunque no era ni un dirigente ni un cuadro como Walsh o Urondo. Da la sensación que la represión llegó más por su novela que por su militancia.
—Él mismo señaló que su viaje a Cuba fue un punto de inflexión en su narrativa. ¿Qué cambios observan en su literatura después de esa experiencia?
—Hay un cambio bien claro en la vida y en la literatura de Haroldo después de ese viaje a Cuba. Alejo Carpentier, el escritor cubano, acuñó la frase: “De la soledad a la solidaridad”. Esa es la transformación que la experiencia cubana opera en los personajes de sus novelas por ejemplo. El Oreste Antonelli de “En vida” es un hombre gris atrapado en la ciudad, individual y solitario. Ese mismo personaje en “Mascaró, el cazador americano” se convierte en un artista de circo pobre que junto a otros vagabundos van levantando a la gente en armas después de cada función. Lo que fue duda existencial se convierte en lucha colectiva.
“Una obra profunda, humana, muy sensible sin caer en lo cursi. Y, sin duda, una poética: la del escritor vitalista; la de la lírica al servicio de contar historias de personajes menores, personajes sencillos”, así caracterizan Teno y Taborda la literatura de Conti.
—Fue también guionista y tuvo una relación temprana con el cine. ¿Encuentran huellas de lo cinematográfico en su obra narrativa?
—Dijo alguna vez que pensaba la trama de sus novelas como secuencias. Lo visual es preponderante en el modo de contar de sus narradores. Sobre todo en la geografía: hay una búsqueda de pintor, de cartógrafo, en las descripciones de Chacabuco, del Tigre.
—Su documental se titula “A Haroldo Conti no lo conozco”. ¿A qué atribuyen que haya quedado relegado del canon, a pesar del reconocimiento que tuvo en vida?
— En los ochentas, con la restitución democrática, lo asociado a los setenta quedó sin dudas relegado, cierta idea de que al cambiar el contexto esas obras ya no funcionaban. Y también por características propias de su obra que a la crítica interesa menos: la geografía, la sensibilidad, una obra en algún punto clásica.

Un momento del rodaje de “A Haroldo Conti no lo conozco”.
—¿Podrían contarnos en qué consiste el filme documental? ¿Es una biografía o busca otro tipo de enfoque y, en tal caso, cuál sería?
— La película se enfoca sobre todo en los homenajes. En Chacabuco, todos los años, el día de su cumpleaños, un grupo de personas, quince o veinte, se reúnen frente al álamo carolina (un árbol puntual, ubicado a las afueras del pueblo, al que Haroldo le cantó) a leer textos, a comer. Lejos de ahí, en el Tigre, otros quince o veinte navegan hasta un río que navega El Boga, personaje de Sudeste, fondean, se pasan todos a una embarcación y hacen un festejo similar. No están conectados. Son homenajes, íntimos, bellísimos. También pudimos entrevistar a sus familiares.
—¿Hubo algo que los haya sorprendido durante el proceso de realización del filme? ¿Encontraron materiales nuevos o poco conocidos?
— Sin duda, esos homenajes son muy poco difundidos. En cuanto a los testimonios, el relato de su hermana: no encontramos declaraciones de ella en otro lugar. Haroldo Conti nació hace un siglo, y Pocha pudo reconstruir momentos que nadie más podría. Es un pasaje muy poderoso saber cómo lo recuerda, qué detalles, qué imágenes.
—¿Qué texto de Conti recomendarían para iniciarse en su obra?
—Los cuentos de “La balada del álamo carolina” son ideales para acercarse a la obra. La novela “Sudeste” también es una buena puerta de entrada.
—¿Qué resonancias encuentran de Conti en sus propias prácticas como escritores y docentes?
—Hay influencias diferentes para cada uno en cuanto a nuestras escrituras personales pero hay algo que sin duda compartimos como escritores y docentes y es la concepción de la escritura como un oficio.
—¿Por qué rescatar hoy su obra? ¿Qué nos sigue diciendo, medio siglo después de su desaparición y a un siglo de su nacimiento?
—Rescatar su obra por un lado es una forma de restitución de textos que circulaban, se leían y se premiaban y la dictadura logró desaparecer durante mucho tiempo. Toda época lee de un modo diferente pero hay textos permiten extraer nuevos sentidos siempre. La literatura de Haroldo pertenece a esa clase.

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