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Opinión 9 de marzo de 2020

A 25 años de nuestros Juegos Panamericanos

Por Maximiliano Abad (*)

Me acuerdo como si fuera hoy: el “Parque Panamericano”, y las calles de alrededor, llenos de banderas y colores. Las delegaciones caminando de un lugar a otro, mientras muchos chicos, entre ellos yo, los parábamos para pedirles una foto o para coleccionar los pines de cada uno de los países, que después nos poníamos en el pecho, uno al lado del otro, como si fuera una condecoración.

El 12 de marzo del ’95 Mar del Plata estaba en los ojos del mundo. 5000 atletas de primer nivel llegaron a la ciudad para competir en más de 30 disciplinas deportivas. Se hablaba en aquel momento de un récord histórico: 42 países participantes. La ciudad estaba radiante, y nuestros vecinos también: Chapadmalal, Necochea, Miramar.

Todavía veo a esos Juegos Panamericanos con los ojos del chico que era, yendo con mis viejos, mis hermanos y mis amigos a disfrutar de un acontecimiento que, aunque todavía no lo sabía, era histórico para Mar del Plata. Hoy, 25 años después, desde un lugar muy diferente, veo lo estratégico, lo fundamental e imprescindible, que es para una ciudad entender que el deporte es una política pública que aporta un valor incalculable al desarrollo de las sociedades.

El deporte es un poderoso motor económico, pero también lo es en términos culturales: la rivalidad es intrínseca a la competencia, pero también lo es la hermandad entre los pueblos. Estar cerca nos ayuda a conocernos mejor, a respetar y que nos respeten. No sólo por los logros, sino por lo que somos capaces de hacer.

Por eso, recordar a los Juegos Panamericanos de Mar del Plata nos da a los marplatenses una certeza: somos capaces de lograr todo lo que nos proponemos. Tenemos, en los últimos años, otros ejemplos, como la Cumbre de las Américas 10 años después de los juegos, o la final de la Copa Davis en 2008, por citar los más inmediatos. Pero también nos pone en un desafío: cómo logramos hacer de estos eventos una política sostenida, estable y que beneficie a nuestros vecinos, generando empleo, desarrollo económico, movimientos interculturales, prestigio y relevancia internacional.

A veces da la sensación de que, más allá de todos los condicionantes externos, que son muchos y complejos, los propios marplatenses no nos damos ese lugar, pensamos que algunas cosas nos quedan grandes. Miramos lo que pasa en Rosario (recordemos que fue la sede de los IV Juegos Suramericanos… ¡de Playa!) o en Capital Federal, con los juegos Olímpicos de la Juventud, y quizá no nos molesta lo suficiente.

Aprovechemos, entonces, estos 25 años de los Panamericanos para dejar atrás cualquier idea de que no podemos. De que no estamos a la altura, porque lo estamos, y porque lo tenemos que estar. Volvamos, como marplatenses, a la mirada del chico que al ver esas banderas en el Parque de los Deportes creía que todo era posible, se ilusionaba con los pines que coleccionaba, y los mostraba al mundo como una condecoración.

(*) Diputado provincial. Jefe del bloque de Juntos Por el Cambio en la Cámara de Diputados provincial.



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