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Deportes 25 de noviembre de 2020

Aquella mano de Dios en el verano del 94

Diego Maradona fue a ver a Peñarol al Superdomo en su partido contra Atenas. Un ignoto y desgarbado periodista lo intentó interceptar a la salida. Diego reaccionó y generó una anécdota que ese periodista contará por los siguientes 26 años.

Foto Basquetplus

Por Fernando del Rio

Era una noche de verano y en el Superdomo jugaban Peñarol y Atenas, por la Liga Nacional de Básquetbol. Era el enfrentamiento de un equipo que ilusionaba a Mar del Plata y el más grande de ese momento. Nadie quería perdérselo, ni si quiera el Diego, que andaba por la ciudad de pretemporada con Newell’s, el equipo que había elegido en el año de su último Mundial.

Yo tenía un grabador Panasonic que al llevarlo en la mano derecha me hacía contrapeso del morral en el hombro izquierdo y todo aquello desgarbaba aún más mi figura. Era un periodista deportivo joven y desalineado. Menos respeto no podía generar. Cuanto mucho, conmiseración.

El Superdomo, a pesar de que se veía venir la derrota de Peñarol, estallaba con Maradona junto al banco de suplentes, cerca de su amigo el Che García. Faltaban todavía unos minutos cuando se me ocurrió irme por uno de sus pasillos circulares y esconderme cerca de una camioneta, que creo recordar (o tal vez me engañe la asociación de noticias posteriores) era la famosa Mercedes Benz familiar, bordeau.

diver

La solitaria respuesta de Diego a la salida del Superdomo.

 

Me oculté en lo oscuridad y de pronto salió Diego Armando Maradona con gente de su gente. Esa, la de sus entornos. Tuve el atrevimiento de estirar mi Panasonic y la monada protectora se me abalanzó. Creo que yo llevaba puesta una chomba de la selección de Gales que me hacía aún más merecedor del repudio del Diego. Pero no. El Diego me puso la de Dios en el hombro, me arrastró enternecedoramente hasta la puerta  de la camioneta y me respondió una sola pregunta con una de sus frases: “Noo, por favor, instrucciones no di porque no quería pasar por arriba del técnico, y aparte yo de básquetbol mucho no sé, aunque es un deporte que me encanta”. De allí se fue y al día siguiente todos hablaban de que no había retornado al hotel, que se había ido a Moreno a su quinta donde un par de días después cagaría a tiros a unos periodistas. Yo, mientras tanto, me senté y escribí unas inolvidables 20 líneas que muy pocos leyeron.

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