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Cultura 25 de enero de 2024

Crónicas marplatenses: La colmena

¿Cómo es vivir en un edificio céntrico? ¿Cómo es vivir en una ciudad que tiene un inconmensurable mar bordeado por edificios que le dan la espalda? ¿Por qué destruyen chalets, identidad de Mar del Plata, por edificios colmenas? Estas son algunas de las preguntas que se realiza Ana Luz Arrieta en su nueva crónica marplatense.

Por Ana Luz Arrieta

Alarma chirriante. El portón metálico suena. Luz del día filtrándose por la rendija de la persiana. La alarma sigue. Un minuto. Otro minuto. Otro más. Otros tres más. Otros cinco minutos más. Uñas del perro rasgando. Varias uñas. Sonido de las persianas metálicas del almacén de abajo. Alguien le grita a otro en la calle. El ascensor sube. Una vecina manda un mensaje de voz. No escrito. De voz. El pasillo lleno de pisadas. Tacos. No zapatillas.

Tacos. Alguien corre los muebles. Caen monedas. Bolitas. Fichas. Música de Deva Premal. Olor a cigarrillo. Bocinas. Motos. El perro de arriba comenzó con los ladridos. Autos con suspensión baja. No ven el badén. El 511 con sus gomas sobre el bache a mitad de la calle, no hay freno, solo acelerador, los amortiguadores chillan. Más sonidos inenarrables.

¿Cómo es vivir en un edificio céntrico? Lo anterior pero potenciado. Todos los días. No existe despertar natural, siempre es impuesto.

¿Cómo es vivir en una ciudad que tiene un inconmensurable mar bordeado por edificios que le dan la espalda?

Entro al departamento de Julián. Lo veo moverse en su rutina. Un rato antes de que llegue sus acciones fueron algo así: se levantó, sacó las sábanas del sillón cama, agarró la parte del respaldo y la elevó. Subió la persiana completa hasta arriba. Abrió uno de los ventanales que hacen de puerta al balcón. El balcón cubierto de las hojas del árbol que está sobre la vereda. Volvió adentro y bajó las sillas de la mesa. Alejó la mesa de la pared y la acomodó en el centro, más cerca del sillón cama.

Me quedo parada en la puerta de entrada. Me ofrece algo para tomar, le digo que sí. Camina hacia la cocina. Los bártulos de ollas los pone en el horno. Los platos limpios en el único estante blanco. Los vasos no tienen lugar, los deja sobre la mesada. Prende la hornalla y pone sobre el fuego la pava. Chasquea con la lengua. Vuelve a sacar las ollas del horno, las apoya en el piso, deja solo una bandeja y encima le pone dos tostadas.

La cocina está compuesta por una pared llena de ganchos y en ellos cuelgan repasadores, un reloj pared, bolsa grande de tela y dentro más bolsas, algunos cuchillos de cocina, un magiclick. En la pared siguiente solo está la canilla con el termotanque al lado.

El siguiente espacio cerrado es el baño. Inodoro blanco, azulejos celestes, bañera, no hay bidet.

Terminado el desayuno, prende la computadora sobre la mesa y se conecta al link del zoom de cada día, salvo los domingos. Se coloca los auriculares, y comienza su rutina laboral. Al mediodía, en su breve descanso, arranca su búsqueda de alquiler por internet. Uso mi celular y entro a la página de alquileres yo también.

—Tengo 30 años, trabajo en relación de dependencia y soy sola. No tengo mascotas ni hijos.

—Sigo en búsqueda de algún alquiler urgente, el 18 de este mes se nos termina el contrato donde estamos y tenemos que dejarlo. Somos dos personas. Ambos con trabajo, sin mascotas y sin hijos.

—Urgente. Es para una pareja, contamos con los requisitos. Un monoambiente nos sirve.

—Estoy buscando alquiler permanente, somos dos personas, mi bebé y yo, más una perra. Cuento con garantía y recibo.

—Soy estudiante de la Universidad Nacional de Mar del Plata y también trabajo en la ciudad. En 10 días me quedo sin alquiler. Tengo recibo de sueldo y garantía propietaria.

Son solo algunas de las búsquedas que nos asaltan en la página. Lleno de futuros inquilinos, poca oferta.

Mar del Plata ubicada al sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, cuenta con 682.605 habitantes. La infraestructura edilicia ha ido variando y hoy los chalets de los años cincuenta son sustituidos por departamentos; actualmente casi el 70% se encuentra demolido o en proceso de demolición o como gusta llamarse para algunas empresas inmobiliarias: viene el “Progreso”. Al caminar por el centro se ven chapas que cubren los escombros de los chalets. Piedras, máquinas excavadoras, maderas, hombres martillando, tejas; demoliciones a diario le dan paso a edificios con ladrillos huecos, durlock delgado, metros cuadrados diminutos.

Algunas casas céntricas, las pocas que quedan, están encerradas entre torres de edificios. Edificios colmenas. Ventanas pequeñas. Veinte pisos. Algunos tienen suerte de balcón. Sin embargo, la maldición de una ciudad balnearia: departamentos vacíos a la espera de turistas y mientras los locales ingresan a Facebook, suben su comunicado, casi en súplica, un lugar. Un departamento de esos. No importa el estado. Solo un espacio.

Si se camina por los barrios y pongo como ejemplo a Villa Primera, se podrá ver cantidad de departamentos vacíos. Nuevos. Sin estrenar. Vacíos pero con el cartel de venta. Una cuadra, tres departamentos en venta, otra cuadra, y dos departamentos más en venta.

¿Cuál es el motivo de estas ventas? ¿Por qué destruyen chalets, identidad de Mar del Plata, por edificios colmenas? ¿Es tan grande la inversión? ¿Por qué habiendo tanto espacio, hay tan poca oferta? ¿Cómo puede ser una ciudad en constante construcción y crecimiento pero que expulsa hacia la periferia? ¿Por qué esa madre con su hija no tienen un departamento digno? ¿Por qué esa estudiante tiene que alquilar por meses solamente? ¿Predomina el negocio por sobre lo humano?

Las respuestas pueden ser bastante claras pero las preguntas son necesarias y urgentes.

Desde afuera de algunos de estos edificios colmenas se ven las luces prendidas; en otro, Julián arma el sillón cama, coloca las sábanas, apaga la luz y el agobio le retrasa el sueño.