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Cultura 31 de marzo de 2020

Cuando la ciencia se comunica deficientemente

Reseña del libro “Making Sense of Science – Separating Substance from Spin”, de la periodista científica norteamericana Cornelia Dean.

Por Alejandro Manrique

En tiempos en que la ciencia y la tecnología marcan nuestra vida de forma determinante e influyen en las decisiones que tomamos cotidianamente para nuestro bienestar, existe una serie de obstáculos cuando se busca la información formal de los hechos: la mentira y la ignorancia caracterizan también a nuestra época. Los activistas electorales o bien con intereses económicos, ideológicos o religiosos están a la orden del día para distorsionar e influir en la forma en que la ciencia se difunde.

La mayoría del público se informa sobre ciencia a través de la cobertura de los medios y debe sortear una maraña de aseveraciones falsas, falta de información y mala interpretación cuidadosamente “empaquetada” por esos provocadores y propagandistas que deforman conceptos o encubren datos.

Esta situación, con sus circunstancias y condiciones preocupantes, se aborda en el libro “Making Sense of Science – Separating Substance from Spin”, de la periodista científica norteamericana Cornelia Dean, publicado por el sello editorial The Belknap Press of Harvard University Press (284 páginas, 2017 y reimpresión 2019)

Unos treinta años de trayectoria como redactora en la sección de ciencia del periódico “New York Times”, en los Estados Unidos, representan un aval más que digno y admirable en la carrera profesional de Cornelia Dean como una voz autorizada y de jerarquía para los temas tratados en la obra. La autora, aún trabajando para la publicación mencionada, ha dedicado mucho de su tiempo a las charlas con científicos e investigadores sobre la necesidad que divulguen y se comuniquen con el público masivamente. Según nos cuenta en el prefacio del libro, ese compromiso es parte de lo que significa ser un investigador. Toda esa actividad se vio reflejada en un texto anterior dirigido al científico como tal, con consejos y sugerencias especiales.

Ahora le tocaba el turno a la otra parte en cuestión: el ciudadano, el público común, la gente que intenta “tener sentido común”, si se quiere una aproximación a la traducción literal del título, al escuchar a científicos e investigadores en sus declaraciones y en especial cuando otros deforman el mensaje para beneficio propio. Es ante este contexto que el público debería estar preparado para “separar lo esencial de la mala interpretación” y detectar la información sesgada que los difusores de propaganda se encargan de esparcir en forma sagaz y sutil. No hace falta mencionar la progresiva cantidad de noticias falsas, “fake news”, que se extienden a diario en diversas plataformas de medios.

Documentado profusamente con referencias a informes y reportes específicos de estudios científicos y estadísticos, al igual que artículos periodísticos de variada temática, el libro de Dean expone una serie de elementos críticos para evaluar las controversias y evidencias científicas –mayoritariamente en estudios de medicina y salud- que forman parte de la actualidad. Detalla los errores comunes en los razonamientos y las brechas de conocimiento que ponen en desventaja a aquellos individuos con escasa formación en ciencias. Y no deja de mostrar ejemplos de las decisiones que se toman en la redacción de un medio, basados en su aquilatada experiencia como periodista científica, a la hora de incluir una noticia como confiable, importante y –al mismo tiempo- verdadera.

Si bien la preocupación expresada por la autora refiere a organizaciones de su país, se puede extrapolar en general a otros pues la falta de educación y la indiferencia del público son responsables, nos dice, de la forma en que la ciencia se desarrolla y se comunica. Muestra cómo los estrados judiciales y programas de actualidad de baja calidad son fuente de mala información. También llama la atención por los conflictos de interés que subyacen en la investigación científica y el precio que la sociedad paga cuando el periodismo científico declina y los fondos gubernamentales para la ciencia se reducen drásticamente. Y lanza una advertencia a tener en cuenta: no podemos permitirnos esta ignorancia científica colectiva como si fuera una virtud a destacar.

La obra se divide en cinco grandes capítulos. En el primero se describen los problemas que el ciudadano común trae consigo, con un matiz de la ignorancia ante ciertos temas y los irracionales patrones de comportamiento que exhibimos en cuanto al conocimiento científico, además de las ideas erróneas frente al riesgo que tomamos cuando debemos decidir: desde nuestra alarma frente al cambio climático, la pérdida de la biodiversidad biológica o el hábitat, hasta el consumo incauto e ingenuo de pesticidas en frutas y vegetales de origen orgánico.

El segundo capítulo aborda la investigación científica como tal, qué es la ciencia y su método actual y los modelos computacionales usados. Sin dejar de lado el proceso de revisión por pares, con algunos claros ejemplos que fueron polémicos por los errores tanto de algunos científicos como también editores de las revistas especializadas

Los inconvenientes que pueden suscitarse cuando los investigadores no se comportan de manera ética, se ven obligados a incursionar en áreas que no son de incumbencia o tal vez citados en los medios públicos de comunicación –lo que hace a la relación entre investigadores y periodistas, muchas veces conflictiva-, se ven reflejados en el tercer apartado.

La financiación de la empresa científica, con una discusión de las normas de comportamiento que prevalecen en la ciencia –descriptas a mediados del siglo XX por el sociólogo Merton-, es parte del cuarto capítulo. Un interesante análisis que Dean incluye aquí es el de las patentes y numerosos ejemplos de lobby que la industria, especialmente la farmacéutica, realiza para imponer su voluntad ya sea en la fabricación de medicamentos o la nutrición. El dinero, afirma, influye notablemente en cómo cuidamos nuestra salud o cómo comemos.

El último capítulo se dedica a la influencia de la política en la gestión y la dirección que toma la ciencia, particularmente cuando surgen temas como el ambiental o argumentos sobre la religión. Los negadores del cambio climático y los promotores del “creacionismo”, especialmente en un país como Estados Unidos donde esa creencia se propaga con fuerza en un interminable debate contra la teoría de la evolución, no podían estar ausentes en un texto de este tipo.

A modo de conclusión, la autora enumera algunas tecnologías actuales que causan dudas y resquemores en la sociedad a la luz de la creciente interrelación de la ciencia y las políticas públicas: la seguridad de la energía nuclear, las técnicas que intentan reducir el efecto invernadero, el desarrollo de vacunas para identificar epidemias emergentes, la biotecnología, el diseño de genes y la posible alteración de embriones humanos. Todo esto la lleva a sostener que la sociedad debe demandar su lugar e involucrarse en el debate, de lo contrario veremos inventos y tecnologías valiosas que no llegan al uso público dada la influencia de los alarmistas ignorantes o inescrupulosos que saben dominar el debate y alterarlo mediante afirmaciones sin fundamentos científicamente establecidos.

Cierra el libro un jugoso apéndice dedicado a lo confiable, lo dudoso y lo irrelevante. Ante el clamor de la evidencia por parte de muchos improvisados, Dean bosqueja una serie de consejos y los aspectos fundamentales y prácticos para determinar quién es un experto y cómo leer un estudio científico, al tiempo que advierte sobre cómo reaccionar ante el anuncio de un hallazgo. A ello le suma cómo evaluar el riesgo y si creer o no en las encuestas de opinión y los sondeos políticos. Y ofrece una peculiar y sugestiva explicación de las claves del triunfo presidencial de Trump en 2016 en los Estados Unidos.

El trabajo de Dean ofrece al ciudadano común, sin formación en ciencias, las maneras de relacionarse y evaluar la ciencia, de la misma forma que llama a que los científicos tomen un rol activo en la comunicación de sus hallazgos e investigaciones. Más allá de las respuestas que se intentan dar, el libro pone de manifiesto las preguntas que nos debemos hacer para que la ciencia llegue masivamente al público y la sociedad.