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Cultura 14 de diciembre de 2019

El compromiso de Rubén Melero en su poemario “Ciudad intervenida”

Un recorrido por los textos del libro de Melero, quien vive en Mar del Plata. Las infancias, los desposeídos, el amor y otros temas en un libro de notable edición.

Sobre “Ciudad intervenida”, de Rubén Sebastián Melero
Argentina: Lágrimas de Circe, 2017. pp. 73
Por Francisco Saldaña Contreras (*)

“Según Heidegger, entre todos los hombres, sólo el poeta cumple la función de celebrar las esencialidades del mundo, de transferir por la palabra, para los demás hombres, la verdad de su entorno visto como mundo o universo y la verdad del ser hombre, visto como humanidad”, manifiesta la Dra. Juana A. Arancibia en La pasión americana en la poesía de Rubén Vela.

Por su parte, la también catedrática universitaria salvadoreña ya fallecida Dra. Matilde Elena López, en Estudios sobre poesía hace su aporte citando al poeta afroamericano James Baldwin (1924-1987), quien afirma: “El pueblo que engendra al poeta no es responsable de él; pero el poeta es responsable de su pueblo.

Precisamente por eso se llama poeta. Y su responsabilidad, que es a la vez su alegría y su fuerza y su vida, está llamado a desafiar todas las facciones y a arrostrar todas las batallas insistiendo en el misterio humano”. Y continúa: “El poeta debe dar testimonio, hasta tanto haya aliento en él, de esa poderosa, terca y transfiguradora fuerza que vive en el alma del hombre; y a aspirar a hacer tan bien su trabajo, que cuando todo cuanto debe caer haya caído, el pueblo, todos los pueblos, al buscar entre los escombros alguna señal o algún testimonio, puedan encontrarlo allí”.

Las anteriores reflexiones y otras que mostraré luego también se cumplen a cabalidad en la poética de otro digno representante de las letras argentinas como es Rubén Sebastián Melero, cuyo compromiso va más allá de cualquier duda reflejándose a las claras en su quehacer literario.

Ya antes había publicado Sobre la piel del río (1988). La baba del caracol, (2013) y Arbol de las palabras (2015). Hoy nos entrega el último poemario estructurado en dos secciones: Ciudad Intervenida, compuesta por 29 poemas y Matria, con 12 trabajos. El libro, a la vez, está precedido por dos importantes epígafes en donde el “dolor de la ciudad” y “la escoria” que por sus calles deambula causan malestar y angustia.

Ciudad Intervenida es, como lo afirma Carlos Enrique Cartolano en el prólogo, “El arte a la vista de todos, la pintura urbana y sus grafitis, (…) esculturas vivas, (…), grupos musicales y orquestas en plazas y calles”, etc., lo demuestran las láminas a todo color que engalanan el corpus. El poeta al que la naturaleza dotó de admirable talento y que debe ser el más culto de su tiempo, según César Pavesse, propugna por una poesía libre, sin ataduras de ninguna clase para que salga, vea, escuche, juzgue y enjuicie el estado de cosas imperante, elevándola a una categoría superior cuando sostiene que: /”La poesía se agita / sobrevuela las calles /aletea en los techos / salta desde las ventanas / la ciudad de antes / la de muros callados / cambia sus formas / dona sus paredes / libros abiertos / de letras gigantes” (CI).

Mientras imaginamos lo que no está explícito en el texto, asistimos al encuentro de una cruda realidad como son las villas o cinturones de miserias con hambrientos que recorren parques y calles sin que a nadie le importe un comino, ni siquiera a los medios, siempre al servicio del poder legal o ilegalmente constituido. Aquí un desgarrador cuadro que te sacude las fibras del corazón: “Un encargado de edificio lo encontró / al salir a barrer la vereda / ni una sola palabra en los medios / silencio de radios / la gente no lee las historias del frío / no cree en los fantasmas / que mueren en las calles” / (Fantasmas).

El poeta Melero “Un hombre que canta, y cuya voz se percibe en los elementos que componen la gran ciudad” posee una cualidad importante como es la de hacer que el lector piense, que se involucre con todos sus sentidos en el burbujeo de las ideas.
Flor de la noche es un poema triste como tristes son los cuadros que a diario ofrecen los marginados. No dice abiertamente que se refiere a una prostituta pero se intuye por esos versos cargados de fuerza expresiva en una especie de teatro grotesco en la que presenta dos caras de una misma mujer que se inventa y reinventa, se crea y se recrea, para sobrevivir en estas sociedades asfixiantes: “/Los faros de los autos iluminan la esquina / y en el centro de la escena / ella se abre /para ofrecer sus pétalos /. Pero durante el día aquella belleza provocada a fuerzas de maquillaje se pierde por completo: “…los pocos que la vieron / a plena luz del día / despojada del brillo / que le otorga la noche / comentan que era otra / tan apagada y mustia / con su corolla pálida / cubierta de espinas”.

En este verso las espinas se vuelven símbolos de sufrimiento, de desesperación ante un tiempo que no perdona a nadie y es necesario hacerle frente, cubriendo los pétalos mustios para aminorar la dura existencia que por capricho de los dioses o del destino le ha tocado llevar.

El amor expresado en sus distintas manifestaciones ocupa un lugar privilegiado dentro del poemario. Y es que este sentimiento se convierte en una constante en la que el poeta no puede ni quiere desligarse. Con imágenes exquisitas la voz lírica nos pinta un cuadro en donde la pasión de una pareja se desborda sin límites cobijada por el sublime manto de la noche y abrazados por el oleaje de un mar que se vuelve cómplice de los amantes: /”Dos jóvenes se pierden en la noche / los cuerpos se camuflan con la arena / sus bocas escriben con pasión y saliva / el poema de un incendio de verano” /(Dos).

Es grandiosa y loable la labor del poeta goyano, pues sus versos, como canales de comunicación, no presentan ningún obstáculo para su comprensión como arte al servicio de los demás.

(*) Poeta narrador.