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Cultura 8 de noviembre de 2022

El Taller de Narrativa: la ficción

Los docentes y escritores marplatenses Emilio Teno y Mariano Taborda inauguran un taller de escritura para el diario LA CAPITAL con su primera clase dedicada al concepto de ficción. Cada domingo analizarán algún elemento o aspecto de la narrativa y propondrán lecturas y actividades.

Emilio Teno y Mariano Taborda.

Por Emilio Teno y Mariano Taborda

Instagram @tallerdenarrativamdp
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“La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo del valle neanderthal gritando ‘el lobo, el lobo’, con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando ‘el lobo, el lobo’, sin que le persiguiera ningún lobo. El que el pobre chico acabara siendo devorado por un animal de verdad por haber mentido tantas veces es un mero accidente. Entre el lobo de la espesura y el lobo de la historia increíble hay un centelleante término medio. Ese término medio, ese prisma, es el arte de la literatura”. Con este fragmento del “Curso de literatura europea” de Vladimir Nabokov comenzamos, desde hace seis años, el Taller de Narrativa.

Nabokov

El primer salto, el primordial para aquel que entra en la literatura, es preguntarse acerca de la ficción. ¿De qué hablamos cuando hablamos de ficción? Las primeras definiciones tienden a la negatividad: la ficción es algo que no es real, no verdadero, no constatable. El vínculo que se establece siempre es a partir de lo “real”, el lobo de la espesura es la medida de todas las cosas. Hay registros del uso del término que se remontan al siglo XIV, tal como anota Raymond Williams en sus “Palabras clave”.

Fiction, en francés, proviene del latín fictionem y este de fingere, modelar o formar, la misma raíz que produjo fingir, inventar falsa o engañosamente. El fingimiento está asociado a la mímesis, al “hacer como si”. El poema de Pessoa parece dialogar directamente con la fábula de Pedro y el lobo:

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente.

Pedro finge que viene el lobo, no le alcanza con informar, tiene que modelar los efectos que el lobo causaría en él si realmente lo hubiese visto. Entonces el mecanismo se pone en marcha: la imaginación de Pedro intenta recrear el impacto de la cercanía del lobo, qué debe decir, cómo decirlo. De qué manera su relato será recibido, debe adelantarse a su hipotético receptor. Llega a la conclusión de que, diga lo que diga, debe parecer creíble. Sin lugar a dudas todo texto de ficción dialoga con el afuera, es decir, con el lobo de la espesura, con lo constatable; se acerca o se aleja de ello a su antojo pero su lógica y sus reglas tienen otras articularidades. Antes de comenzar a existir, en ese texto puede pasar cualquier cosa: los animales pueden hablar, un hombre puede convertirse en cucaracha, otro puede vomitar conejos, una máquina puede proyectar la realidad a partir del movimiento de las mareas. También puede pegarse tanto a lo conocido que empecemos a dudar si lo que se cuenta está en el plano de la ficción o asistimos a una mera narración de hechos cotidianos. Pero una vez comenzado el texto, los caminos se estrechan. Empieza a forjarse la trama de un mundo nuevo, lejano o cercano a lo real, pero cuya condición de existencia es la verosimilitud. Esa palabra alude a las reglas internas del texto, al pacto establecido también con su lector. No significa esto que hay una verosimilitud transpolable, que hay un verosímil que deba usarse para cada tipo de relato, sino que cada texto crea su propio verosímil.

Vayamos a Borges. En 1944, se publica “Ficciones”, quizá el mejor libro escrito en lengua española. Después del brevísimo y letal prólogo, el libro abre con “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. El cuento ya había aparecido, en 1940, en el número 68 de la revista Sur y también había sido publicado el mismo año en la “Antología de la literatura fantástica”, esa otra maravilla que, casi a modo de manifiesto, antologa a los precursores del género que la tríada Borges-Silvina-Bioy estaba inventando. Así comienza Tlön:

“Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedía (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902. El hecho se produjo hará unos cinco años. Bioy Casares había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitieran a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres. Le pregunté el origen de esa memorable sentencia y me contestó que The Anglo-American Cyclopaediala registraba, en su artículo sobre Uqbar. La quinta (que habíamos alquilado amueblada) poseía un ejemplar de esa obra. En las últimas páginas del volumen XLVI dimos con un artículo sobre Upsala; en las primeras del XLVII, con uno sobre Ura-Altaic Languages, pero ni una palabra sobre Uqbar”.

Que ese comienzo sea el elegido para abrir un libro que se titula “Ficciones” no es una coincidencia. Que en ese comienzo haya dos personajes, uno de ellos de nombre Bioy Casares (el narrador no se nombra nunca pero no hace falta), hablando sobre la ejecución de una novela, en una quinta de Ramos Mejía se parece bastante al mundo que conocemos. Es lo que imaginamos que harían Borges y Bioy, casi que podríamos confundir ese comienzo con alguna de las innumerables entradas del Borges, ese diario minucioso y monumental donde se reproducen escenas como esta todo el tiempo. Entonces el texto parece plantear el verosímil de que la ficción se va a parecer mucho a la realidad. Descansamos en eso, tomamos aire y seguimos. El espejo asomado en la primera línea ahora acecha desde el fondo remoto del comedor, se dispara la frase del heresiarca, la enciclopedia reproduce falazmente a otra. No hace falta anunciar ya que habrá spoiler: un mundo paralelo atacará a este. De golpe todo es inestable, el dossier de la enciclopedia no existe, entre Upsala y Ural Altaic Languages, entre dos cosas que “existen”, no está Uqbar. Ese mundo tranquilo de señores hablando de literatura se convertirá en un territorio fantasmático donde todo parece haberse corrido o, mejor, todo parece ser el eco, la sombra, el reflejo, la luz refractada y descompuesta en ese centelleante término medio que va desde la imaginación de Pedro al lobo de la espesura.

Saer

Lecturas
“Curso de literatura europea” de Vladimir Nabokov
“El concepto de ficción” de Juan José Saer
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Jorge Luis Borges

Ejercicio de escritura
Escribir un texto narrativo de ficción a partir de la premisa de que lo que se cuenta puede acercarse o alejarse del referente, teniendo en cuenta el concepto de verosimilitud (extensión aproximada: 500 palabras).



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