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Cultura 9 de septiembre de 2019

Graciela Ramos: “Mientras escribía, la historia cobraba vida en cada noticiero”

"En voz de Enriqueta, la novela sigue ese proceso en el que comienza la década infame, en el que hay dos caras de un mismo país, muy opuestas, donde la grieta que ya existía se sigue agrandando", reflexiona la autora sobre "La patria de Enriqueta".

Graciela Ramos.

por Claudia Roldós
@clauroldosmdp

La militancia política, la lucha de la clase obrera, los padecimientos de los inmigrantes que, expulsados de su tierra llegaban a Buenos Aires en busca de un futuro mejor, las injusticias, la convivencia de dos realidades completamente opuestas, el feminismo, el surgimiento de las primeras villas miseria, los sueños, las ganas, la visión, los derechos, los gobernantes y el impacto de sus decisiones sobre cientos de miles de vidas, se combinan en “La Patria de Enriqueta” (Suma de Letras), la nueva novela de la escritora cordobesa Graciela Ramos.

La historia compone una continuidad histórica y una especie de “trilogía” tras “Los amantes de San Telmo” y “La boca roja del Riachuelo” en la que la autora realiza ficción histórica en las convulsionadas primeras décadas del siglo XX.

“Mientras escribía, la historia cobraba vida en cada noticiero”, reconoció la autora en una charla a pocos días de la publicación del libro, que se encuentra disponible desde el 1 de septiembre.

Graciela Ramos es cordobesa, egresada de la Universidad Católica de Córdoba. Ocupó diferentes cargos en el área de marketing y ventas durante muchos años, hasta que decidió que era hora de darle lugar a su siempre postergado deseo de escribir. Es autora de las novelas Malón de amor y muerte (2010), Lágrimas de la Revolución (2013), La capitana (2015), Los amantes de San Telmo (2016) y La boca roja del Riachuelo (2017), con las que renovó el género romántico a través de historias de los siglos XIX y principios del XX, en las que las protagonistas mujeres saben adueñarse de su destino y plantarles cara a las adversidades de la vida. Todas sus novelas han sido declaradas de interés cultural.

Desde Villa Allende, donde actualmente reside junto a su familia, cocina y tiene su huerta, Graciela Ramos habló en esta nota de la historia y los personajes de “La Patria de Enriqueta” y de los convulsionados momentos en los que la novela está situada.

– Desde el punto de vista histórico, La patria de Enriqueta, plantea una continuidad temporal con tu anterior novela La boca roja del riachuelo, que tuvo su epicentro en la semana trágica. ¿Cómo fue la elección del momento y la investigación para situar la historia de ficción en la real?

– Enriqueta es la hija de uno de los amigos de Pepe de la Boca Roja, que muere en la Semana Trágica. Cuando terminé de escribir La boca… me quedaron tantas palabras encalladas, que quería seguir, darle continuidad y con otros personajes, con otra ficción histórica, seguir recorriendo esa época. Se puede decir que entre Los amantes de San Telmo, La boca roja del Riachuelo y ahora la Patria de Enriqueta, tengo una especie de trilogía que va desde el 1900 al 1930 y pico, con distintos personajes pero con una seguidilla y por supuesto, siempre, como me gusta hacerlo, poniéndole luz a todos estos eventos que no están tan conversados, que no están en los libros de historia y que son tan o más hacedores de nuestra vida social, cultural, política, como lo que realmente se cuenta oficialmente. El momento era continuar, porque los conflictos no se auguraban ahí, por eso en voz de Enriqueta sigue ese proceso en el que comienza la Década Infame, en el que hay dos caras de un mismo país, muy opuestas, donde la grieta que ya existía se sigue agrandando, donde de un lado está naciendo la CGT, está creciendo el imperio comercial Gath y Chávez y también están naciendo las villas miseria que comenzaron en ese momento y no han parado de crecer. También abordo La Casa del Pueblo, ese lugar que le dio tanta contención a los inmigrantes. Enriqueta lee en la biblioteca obrera, que fue ideada por Juan B. Justo y funcionaba allí, donde también se imprimió mucho tiempo el diario La Vanguardia, un lugar que hoy no existe más, lamentablemente, y es un baldío con un cartel de venta.

– Mientras se hilvanan el devenir, los sacrificios, la superación de la historia ficcional, ponés el ojo en el primer golpe militar con el derrocamiento de Yrigoyen, la Década Infame, pero haciendo foco en el impacto, en las consecuencias del día a día de las personas…

– La década infame es una continuación de situaciones infames que se van tejiendo en nuestro país. Quise contar cuando cae Yrigoyen y sube Uriburu y todas las consecuencias que ello genera. Como siempre, me gusta contar la vida cotidiana. Enriqueta es una niña que queda sola con su mamá y a la que van afectando y cacheteando todas estas decisiones políticas que las llevan del conventillo a la villa, de la villa al conventillo, sin posibilidad de prosperar. Y cómo van repercutiendo todas esas decisiones en todas las Enriquetas y todos los Filomenos que en esa época transitan las calles porteñas.

– En tus novelas la mirada, el protagonismo, está puesto en los personajes humildes, marginados, invisibilizados o utilizados por el sistema dominante. ¿Es una manera de contar la historia debajo de la historia de los libros de historia?

– Sí, totalmente. Me gusta contar la historia debajo de la historia. Es allí donde realmente se pueden visualizar los sucesos, en la voz de los comunes. En su momento me gustó la voz de Sayen contando lo que fue la Conquista del Desierto en manos de Roca. Y en el caso de la Patria de Enriqueta, fue una época muy dramática porque hay muchos anónimos, que son mis personajes preferidos porque son hacedores de nuestra historia, como todos, pero nadie los recuerda porque la mayoría quedaron en el camino, muertos asesinados.

La historia que no a todos les gusta escuchar

– ¿Cómo nació en tu imaginación el personaje de Enriqueta?

– Una niña que pierde a su padre en la Semana Trágica y queda sola con su madre en un país convulsionado, entre guerras. Un futuro incierto que ella misma va descifrando a medida que pasa el tiempo. El nombre Enriqueta siempre me gustó mucho. Es fuerte, es de la época, es romántico, es ella.

– ¿Cuánto te ayudaron en las aguafuertes porteñas de Arlt, que acompañan cada capítulo, que son tan visuales, tan descriptivas, en la construcción de la protagonista?

– Arlt es uno de mis escritores preferidos de la época. Lo mismo sucede con Enriqueta. Todo. Describe de una forma exquisita lo que les pasaba a las personas más humildes. Cuenta la historia que no a todos les gusta escuchar.

– En la protagonista y sus bases se encuentra uno de los momentos clave del feminismo en Argentina ¿Te sentiste interpelada, dado el debate actual y la “nueva ola feminista” en abordarla desde ese paradigma? En el primer capítulo, hay preguntas que se plantea el personaje, que son muy actuales.

– Sí, es una novela que mientras la escribía, cobraba vida en cada noticiero. Por eso me gustó mucho resaltar a todas esas mujeres que fueron también las primeras transformadoras de los derechos de la mujer y que nadie las conoce.

– ¿En qué te basaste para construir el personaje de Filomeno?

– Filomeno es nuestro abuelo inmigrante, humilde, que lucha por surgir en un país que seguro él mismo, o sus padres, eligió para escapar de lo que venía. Filomeno, al igual que Moncho, que vive en La Boca Roja del Riachuelo, son mis personajes preferidos, queribles, que se instalan en mi corazón y luego me cuesta manejarles la vida dentro de la novela.

– Teniendo en cuenta tus libros anteriores, tenés una tendencia a plantear historias amorosas con componentes de tabú en la época en la que están situadas, ¿abordás esos aspectos también en esta novela?

– Sí, siempre, es una de las hermosas y tantas caras que tiene el amor. En este caso, dos mujeres.

– De los personajes secundarios, ¿hay alguno con el o la que te hayas involucrado más profundamente, que le tengas un cariño especial o un odio particular?

– Sí, siempre me pasa, me enamoro de los menos aplaudidos hasta en mis propias novelas. Tengo importantes conflictos con ese asunto.

– En la cuestión del rescate de las clases trabajadoras, explotadas, también lo hacés desde lo literario. ¿Es una toma de posición?

– No es una toma de posición, es una opinión, una interpretación de los sucesos de esa época. Entiendo que la mirada está dirigida a ellos, yo invito a mirar a todos ellos. Los Boedo y los Florida. Todos fueron parte de la historia.

– Podría decirse que arrasás con la figura de Lugones, por su defensa del golpe, sus ideas fascistas. Incluso has planteado que te gustaría que se cambie la fecha de celebración del Día del Escritor…

– Sí, absolutamente. Deberían revisarse todos esos homenajes a personajes siniestros de nuestra historia. Nombres de calles, fechas importantes, monumentos… En el caso de Lugones, pienso en tantos escritores de todas las épocas que podríamos recordar para honrar el arte de escribir. En la novela pongo luz también sobre Lugones hijo, quien queda a cargo de la Penitenciaría Nacional cuando un año antes había sido juzgado porque se había violado a los niños de un orfanato que el tenía a cargo y su padre fue a pedir el perdón a Yrigoyen, se lo dieron, vuelve a ser funcionario y es el creador de la picana eléctrica. Son cosas que no se pueden creer. Lo mismo con muchos personajes ilustres que hoy están con sus monumentos y calles y en realidad han sido personas de falsa moral. Por eso pongo la linterna sobre esos personajes que nosotros hoy tenemos como grandes líderes porque, bueno, así es como está el país.

– ¿Qué es lo que más te atrae de la ficción histórica y qué rol, qué responsabilidad considerás que tiene escribir en ese código?

– Me gusta mucho la ficción histórica, porque colabora con la historia menos contada. Me siento totalmente responsable, es por eso que soy tan meticulosa con todo… Considero que todos los que hacemos novelas históricas tenemos un alto grado de responsabilidad sobre todos los sucesos que caminamos con nuestra palabra. En mi caso, me gusta ponerles voz a aquellas personas que fueron hacedoras de nuestra historia pero que nadie conoce, como por ejemplo los muertos en La Semana Trágica, o bien quienes sufrieron las consecuencias de la fiebre amarilla, o estuvieron en los burdeles, o en las huelgas y en tantos otros lugares…