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Interés general 24 de marzo de 2020

La excepción sueca en una Escandinavia cerrada para luchar contra el coronavirus

Suecia prohíbe concentraciones de más de 500 personas, pero no clausuró bares ni restaurantes y mantiene abiertas las escuelas. Dinamarca y Noruega cerraron fronteras a extranjeros no residentes, escuelas y lugares de ocio.

Cuatro hombres en un bar de Suecia, en plena pandemia de coronavirus. Foto: EFE | EPA | Ali Lorestani.

por Anxo Lamela y Juanjo Galán

COPENHAGUE/HELSINKI.- Mientras el resto de países nórdicos han adoptado medidas drásticas de movilidad social para afrontar la pandemia de coronavirus (COVID-19), Suecia ha optado por una estrategia distinta, con limitaciones menos estrictas.

Dinamarca y Noruega han sido de los primeros en Europa en cerrar fronteras a extranjeros no residentes, centros educativos y lugares de ocio, además de limitar las concentraciones de gente; Finlandia se unió, con matices, a esa línea días después con iniciativas similares.

El giro producido en Finlandia, y también en Reino Unido, ha dejado a Suecia como uno de los pocos países europeos que se aleja de la línea dominante y se centra más en la responsabilidad individual y en proteger a los grupos de riesgo, sobre todo a ancianos, a los que se recomienda quedarse en casa.

Suecia prohíbe concentraciones de más de 500 personas, pero no ha clausurado bares ni restaurantes, mantiene abiertas las escuelas y no ha cerrado fronteras, aunque se tuvo que adherir a la decisión de la UE de restringir 30 días la entrada a ciudadanos no comunitarios.

Pruebas de hípica y estaciones de esquí

Aunque las competiciones deportivas están paralizadas como regla general, no ocurre lo mismo con la hípica, ya que se considera que no hay peligro de contagio.

Las estaciones de esquí en el norte del país están abiertas al público, aunque estos días han cerrado discotecas y bares de la zona tras la aparición de una decena de casos de COVID-19.

La Agencia Pública de Salud defiende que adoptar medidas dacronianas tendría un efecto limitado y podría paralizar las funciones sociales. “No tiene sentido cerrar fronteras, la epidemia está aquí, dificultaría la circulación de materiales. Cerrar escuelas puede aumentar el contagio y reducir personal en los hospitales”, ha dicho Anders Tegnell, epidemiólogo jefe de este organismo y que ha tachado de “políticas” medidas de ese tipo adoptadas por países vecinos.

A diferencia de otros países, en Suecia las agencias públicas gozan de un alto grado de autonomía y los gobiernos no suelen discutir la línea trazada por los expertos en temas sanitarios.

Críticas en Suecia

Aunque las cifras de muertos se mantienen a un nivel similar al de los países vecinos -33 en Suecia por 24 en Dinamarca y 11 en Noruega-, han surgido críticas al papel de las autoridades y Tegnell se ha convertido en el blanco preferido.

Jimmie Åkesson, líder del ultraderechista Demócratas de Suecia, tercera fuerza parlamentaria, ha pedido al Gobierno que desoiga a las autoridades sanitarias y cierre las escuelas, y la televisión pública SVT ha revelado un intercambio de correos entre expertos suecos críticos con la línea adoptada y su posible efecto.

Pero el Gobierno se mantiene firme y aunque el primer ministro, el socialdemócrata Stefan Löfven, advirtió hace dos días en un discurso a la nación de la posibilidad de más medidas restrictivas si fuese necesario, su mensaje se centró en una llamada a la responsabilidad individual y colectiva.

Mucho más intervencionistas han sido en cambio los gobiernos de los otros países nórdicos, sobre todo Dinamarca, uno de los primeros en Europa en cerrar fronteras a extranjeros e instituciones educativas, una línea que según los sondeos apoya el 85 % de la población.

En Dinamarca, solo están abiertas como regla general tiendas de alimentación y farmacias, mientras en Noruega sí se permite por ejemplo abrir a algunos bares y restaurantes, con muchas restricciones. Pero si bien en ambos países se limitan las concentraciones de personas al mínimo, no hay medidas de confinamiento de la población.

Finlandia, una postura intermedia

A excepción de la pequeña Islandia, Finlandia es el país nórdico que menos contagios contabiliza, tanto en cifras absolutas como en relación a su población, con 700 casos confirmados y una persona fallecida para una nación de 5,5 millones de habitantes.

El principal motivo para que esta cifra sea tan relativamente baja es que desde el 12 de marzo dejaron de analizarse todos los posibles contagios para centrarse sólo en las personas pertenecientes a grupos de riesgo y en el personal sanitario, por lo que el número real de infectados es probablemente muy superior.

No obstante, los expertos creen que la pronta y firme reacción del Gobierno de la primera ministra, Sanna Marin, que decretó el estado de emergencia cuando Finlandia apenas tenía 277 casos confirmados y ningún fallecido, ha sido fundamental para minimizar la expansión de la epidemia en sus inicios.

El Ejecutivo de Helsinki optó por un modelo de aislamiento intermedio y cerró las fronteras, colegios, universidades, museos, bibliotecas y teatros, al tiempo que recomendaba a la población trabajar desde casa y salir lo menos posible, pero mantuvo abiertos guarderías, bares, restaurantes, cines y comercios.

En estos momentos, el Gobierno estudia cómo endurecer aún más las medidas de contención de la epidemia, lo que podría conllevar el cierre de los locales de ocio e incluso el eventual aislamiento de la región metropolitana de Helsinki, donde se dan la mayoría de los casos, del resto del país.

Islandia no cierra fronteras

También por una línea intermedia ha apostado Islandia, donde se mantienen abiertas las escuelas y solo hace dos días que se ordenó cerrar bares y restaurantes y limitar las concentraciones.

Como miembro del Espacio Económico Europeo, Islandia se ha unido también a las restricciones temporales a visitantes de fuera de la UE, pese a la oposición de las autoridades, ya que el turismo es uno de los principales ingresos de esta isla del Atlántico Norte.

EFE