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Cultura 30 de mayo de 2017

La grieta

por Luciana Balanesi

Antes yo veía una división entre los chicos que tenían hermanitos y los que no, hasta que mi mamá quedó embarazada. Después, empecé a verla entre los que íbamos al jardín en combi y los que nos llevaba nuestra mamá. A mí me llevaba mi mamá. Ella no trabajaba porque a mi papá, por el trabajo, lo mudaban de un pueblo al otro y nosotros lo acompañábamos. En aquel pueblo chico, era un paseo ir caminando al jardín. Pisábamos las hojas secas en otoño y jugábamos, en primavera, a atrapar mariposas con la vista. Hasta que un día nos tuvimos que venir a vivir a esta ciudad, que es mucho más grande, y, como mi mamá no sabe manejar, a la escuela primaria voy en combi. ¡Es re divertido!

Cuando recién nos mudamos a la ciudad, volví a ver esa división en la plaza que está enfrente del departamento en que vivimos. Estábamos los que nos tirábamos de los bajitos, de diez escalones y los más grandes que se tiraban de esos que parecían llegar a las ramas más altas de los árboles. . . No sé en qué momento pasé de un grupo al otro, pero cuando empecé a tirarme de los más altos, de esos que tienen veintiún escalones, sentí, la primera vez, las mismas cosquillas en la panza que cuando me animaba a tirarme con los ojos cerrados de los de los nenes más chiquitos.

Ahora que pasé a cuarto grado dejé de usar mochila con rueditas y llevo la de dos tiras que se cuelga en la espalda, ¡Cómo pesa! Sobre todo los días en que tengo todas la materias, los martes, que llevo los libros y carpetas de prácticas del lenguaje, matemáticas y las dos ciencias. De lo que no estoy segura y me hace sentir en la boca el sabor agrio de la grieta, como el del té de limón que tomé una vez que estuve enferma es, si se puede volver cuando tu mamá y tu papá se separan. Mis amigas, las que llevan tiempo del otro lado dicen que te acostumbrás… Debe ser como cuando la mochila deja de pesarte tanto…

(*): [email protected]



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