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Arte y Espectáculos 18 de noviembre de 2022

“La memoria que habitamos”, una película sobre el principio de la violencia en Mar del Plata

Producido por la Universidad local, con dirección de Diego Ercolano, el filme se estrenó en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: las tres funciones fueron a sala llena, con entradas agotadas. Reconstruye el asesinato de Silvia Filler y el impacto de ese hecho, que sucedió en 1971.

Fotos familiares de Silvia Filler, una escena de "La memoria que habitamos".

Por Paola Galano

 

“La tinta es como la memoria”, dice Lila Filler mientras carga carpetas con viejos recortes de diarios. Está en el comedor de su casa. Son periódicos que tienen medio siglo y cuentan la tragedia que vivió su familia: el asesinato de su hermana mayor, Silvia. Para que la tinta no se borre definitivamente, agradece la herramienta de la digitalización. Algo parecido opera al momento de filmar esta película documental, “La memoria que habitamos”. Ante tanta bruma confusa, acá el gesto de mantener vivo el hilo que anuda al pasado.

Estrenado durante el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el filme tiene dirección de Diego Ercolano, está protagonizado por Lila y por el periodista Federico Polleri –encargado de llevar adelante el relato frente a cámara, del guion y de la investigación del caso- y, a su vez, tiene producción de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en cuyo espacio sucedió el crimen de Filler, el 6 de diciembre de 1971.

 


 

El equipo de la película, en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

El equipo de la película, en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.


 

Filler -estudiante de arquitectura de primer año- participó de una asamblea estudiantil en el aula magna universitaria, en el primer piso del edificio en el que hoy funciona el rectorado, sobre la Diagonal Alberdi. Una patota armada, cuyos miembros eran parte del grupo de extrema derecha llamada Concentración Nacional Universitaria (CNU) ingresó al recinto e interrumpió la asamblea. Hubo disparos y una bala impactó en la joven, quien murió a las horas en el entonces Hospital Marítimo.

De distintas formas, ese hecho trágico en una década especialmente violenta atravesó la vida universitaria, la de la ciudad y llegó a tener impacto nacional. A cincuenta años del crimen, el tiempo se vuelve óptimo, casi un aliado: los testigos pueden recordar y la institución puede volver sobre el episodio fatal y ponerlo en perspectiva. Así se arma la trama de la película, que se proyectó en tres funciones colmadísimas de público y con localidades agotadas.

 


Alumnas y alumnos del Illia, en el aula magna reconstruida, tal como lucía en 1971.

Alumnas y alumnos del Illia, en el aula magna reconstruida, tal como lucía en 1971.


Amigos y amigas de Silvia, sus compañeras y compañeros de estudio, sus hermanas –además de Lila también participa Marta– evocan. Sus memorias se convierten en piezas que arman el complejo tablero de una ciudad en una época convulsa y que vivieron en primera persona un acontecimiento con múltiples aristas, que muchos ven como el arranque de la violencia armada.

Sin embargo, no son los únicos que miran al pasado.

También un grupo de adolescentes del Colegio Nacional Arturo Illia le pone el cuerpo a la historia, mediante improvisaciones teatrales que llevan adelante con la docente Belén Manetta. Mientras el documental compila, reúne, organiza datos, fechas, nombres, hechos históricos, política nacional y local y le suma emociones y miradas, los pibes y las pibas de hoy aportan frescura a tanta historia fatal. La conmoción es fuerte: quien mira no pude menos que sentir que Silvia era apenas un año más grande que los y las adolescentes del nivel secundario que teatralizan momentos claves.

El cruce de esas dos generaciones –la de los ´70 que recuerda, la de hoy que actúa- guarda su compromiso con el presente: para que la muerte de Silvia no haya sido en vano, para que ese horror no vuelva a ocurrir –parece decirnos la película- es necesario que se conozcan los pormenores del hecho y que se entienda por qué pasó. Es un ida y vuelta que también hace del filme un material didáctico y creativo.

 


 

El afiche de la película.

El afiche de la película.


Toda la pieza documental se construye como un artefacto que indaga en la memoria, pulsa hasta donde es posible llegar cincuenta años después. En ese sentido, otro gran momento del filme es el delicado trabajo de un equipo de artistas que busca reconstruir el aula magna del rectorado tal como lucía cuando se desencadenó el asesinato. Las fotos de entonces sirven para ver las marcas en las paredes, las pintadas, las manchas y los colores que tenía el espacio en 1971.

El avance de los trabajos de recreación del aula llega a su punto más alto cuando los compañeros y las compañeras de Silvia, cinco décadas más tarde, vuelven a sentarse en las sillas tal como estaban dispuestas aquel día.

En paralelo, Lila y Marta repasan momentos familiares, aparecen fotos de Silvia y el relato de cómo impactó su muerte abrupta en el seno de su familia, el velorio, el antes y el después, sus cosas. Las carpetas de recuerdos se abren y Lila lee la carta que la intelectual Victoria Ocampo le envió a la familia, un indicio más de que el hecho traspasó los límites de ciudad.

Cada capa de la narración avanza y la tensión de la película se eleva exponencialmente con la entrevista a uno de los miembros de la CNU, Eduardo Ullúa, quien al momento de la filmación estaba detenido en Campo de Mayo. Había sido condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos antes del inicio de la dictadura de 1976. En la actualidad, está bajo libertad condicional. Polleri indaga en el cómo del hecho, pero el ex CNU parece dispuesto a desdecirse, a no recordar, a sembrar la bruma y borrar la memoria.

El equilibrio y la ética en el tratamiento de las imágenes y de los hechos son grandes logros del filme: la disposición de la cámara siempre es cuidadosa, justa; el uso del silencio como elemento narrativo es especialmente emocionante. También es un acierto el dedicarse a contar una historia nuestra, de Mar del Plata, para quienes escucharon hablar de Filler alguna vez, de lejos y, sobre todo, para quienes no pertenecen a la comunidad universitaria y jamás sospecharon que hubiera sucedido algo así.

Entonces se entiende el objetivo: la memoria colectiva, siempre sujeta a ser endeble, frágil, etérea y fragmentada, quizá esté al reparo, sostenida por muchas voces, nutrida para no perderse.

 

Ficha técnica

Título original: LA MEMORIA QUE HABITAMOS

Director: DIEGO ERCOLANO

Investigación y guión: FEDERICO POLLERI

Asistencia de dirección: LUCAS ALLÚ

Fotografía: LUCIANO PACIOTTI / MARIANO RENDINO

Edición: DIEGO ERCOLANO

Dirección de Arte: JUAN IGNACIO ECHEVERRIA / ROSANA CASSATARO

Diseño de sonido: GABRIEL VIRGA / MAURO CARUSSO

Productores: ALBERTO RODRIGUEZ / HERNAN GASPARI / FABIAN ELOY MONTEAGUDO / FEDERICO POLLERI

Compañía Productora: UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA con el apoyo de FUNDACIÓN UNMDP

Intérpretes/Entrevistados: LILA FILLER / MARTA FILLER / BELÉN MANETTA / ESTUDIANTES COLEGIO ILLIA

Diseño gráfico: AGUSTINA COSULICH

Escenografía: NATALIA BERESIARTE, FEDETICO CASTELLO y CLAUDIO COPES