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Cultura 16 de diciembre de 2020

Para la infancia y la adolescencia: qué libros regalar en estas fiestas

Recomendaciones de la especialista marplatense Elena Stapich, integrante de la ong Jitanjáfora.

Por Elena Stapich (*)
“De un lado, están los libros. De otro, los lectores. Y, en la mitad, esas figuras –padres, bibliotecarios, maestros, libreros, editores- que propician los encuentros para que cada lector comience a escudriñar y a descifrar, entre tantas palabras, las que necesita para inventar su casa imaginaria”, señaló la autora Yolanda Reyes.

A punto de cerrar un año que -tal vez- sea el más extraño de nuestras vidas, retomamos rituales que nos ayudan a sostener la cotidianeidad, los intercambios, las ceremonias que le dan cierta estructura a la existencia. Entre ellos, los regalos en las fiestas de fin de año, especialmente en Navidad y Reyes.

Si bien es válido cuestionar estas prácticas por su costado comercial, también es cierto que se pueden transformar en un gesto de atención hacia los demás: qué les gusta, qué necesitan, qué sería oportuno, qué de lo personal puedo poner en esa elección. Quienes transitan la infancia son los que esperan con mayor ilusión ese momento. Cuánto más ajustado esté el presupuesto, más importante será pensar qué regalar: algo que sea bello, que no implique gastos desmedidos, que no sea descartable a los cinco minutos, cuando se agote el interés o la curiosidad por lo nuevo.

Los libros son siempre candidatos que reúnen estas condiciones. Si son para quienes no saben leer o están dando sus primeros pasos en la lectura, servirán para enriquecer el cada vez más necesario momento de la lectura antes de dormir, íntimo y afectuoso, motivo de conversación, de preguntas y reflexiones.

Si son para quienes ya leen por su cuenta o para adolescentes, los libros vendrán a poblar con palabras los momentos de soledad -muchas veces buscada- haciendo más variada la oferta de consumos culturales.

La casa imaginaria de la que habla Yolanda Reyes es diferente para cada persona, la que nos sirve de refugio ante la adversidad. Nuestros niños, niñas y jóvenes viven en una cultura de la inmediatez y del ruido que hace difícil encontrar el momento para conectar con la propia interioridad. La lectura es uno de ellos. La experiencia literaria ofrece mundos simbólicos que nos permiten identificarnos, adquirir perspectiva frente a los conflictos y reconocernos en la experiencia ajena. Es una práctica que no cambia el mundo, pero lo hace más habitable para quienes son lectores.

Algunas sugerencias

Para quienes todavía no saben leer

El ascensor. Yael Frankel. Bs. As. Limonero. 2019. Un niño sube con su perro y se le van uniendo otros vecinos, hasta que el ascensor termina por detenerse en un entrepiso. Entonces un vecino comienza a contar una historia llamada “A mí no me importa”…

En un año vuelan. Mariela Kogan – Laura Michell (ilustraciones). Bs. As. Del Naranjo. 2019. Los meses del año se han usado para estructurar este libro de poemas para niñes. Pasan las páginas como pasan los meses, las estaciones, el año. Cada mes trae algo nuevo y – a la vez –viejo, tan viejo como un ciclo que se repite, pero no siempre exactamente igual.

El valiente Juan sin Diente. Nicolás Schuff – Paula Fernández. Mariana Ruiz Johnson(Ilustraciones). Buenos Aires, Ojoreja. 2018. Una historia cotidiana, la de Juan, que pierde su primer diente de leche. También un texto informativo acerca de lo que ocurre con diversos animales y sus cambios de dentición, sus formas de mantener la dentadura limpia y hasta una referencia al origen del cepillo de dientes.

Para quienes ya leen solos

Bombay. Sandra Siemens – Isol (ilustraciones). SM. Buenos Aires. 2019. En esta novela breve, una niña a quien su madre llama Reinita conversa con su gato, Bombay, y le plantea interrogantes, las inquietudes que la movilizan, sus dudas respecto a la conducta de los adultos y sus temores en relación con el futuro.

Poemas para leer en un año. Horacio Cavallo – Matías Acosta (ilustraciones). Bs. As. Calibroscopio. 2019. En este libro hay tres partes, cada una con una estructura poética distinta: Haikus para los días de la semana, Tankas para las cuatro estaciones y Limericks para los meses del año. La voz que habla es la de un niño o un adolescente, en el vaivén entre las vacaciones y la escuela, el calor y el frío, el estar solo y querer la compañía de alguien.

Mi cuaderno de haikus. María José Ferrada – Leonor Pérez (ilustraciones). Sgo. de Chile, Amanuta. 2017. Shigeko san es una niña a quien su madre introduce en el arte de caminar con los sentidos abiertos y captar el instante en la escritura del haiku. Un libro que es, a la vez, una antología de haikus, una introducción al conocimiento de los poetas japoneses que lo cultivaron, una historia entre madre e hija, un taller de escritura, una puerta de acceso a la cultura japonesa.

Para lectores en carrera

Los ahogados. María Teresa Andruetto – Daniel Rabanal (ilustraciones). Bogotá, Babel. 2017. Novela breve, que va y viene desde un pasado en que los adolescentes se conocieron y formaron una pareja, hasta este presente en el que huyen con su bebé y se refugian en una casa abandonada. En el pasado, ella estuvo a punto de ahogarse en el río y él la salvó. En el presente, ese río inmenso devenido mar, entre Argentina y Uruguay, arroja cadáveres a la orilla. Sobre uno de los momentos más oscuros de nuestra historia.

Contracorriente. María Wernicke. Bs. As., Calibroscopio. 2019. En este libro-álbum se cuenta acerca de un hombre cuya vida es un dejarse llevar por la corriente. Hasta que, en sus sueños algo aparece y es un deseo. Ahora el hombre rema por un río lleno de letras, una corriente confusa e inquietante. Porque él quiere aprender a leer, ya no solamente la naturaleza, sino leer libros. Desde ahora, él remará a contracorriente. Afortunadamente, no estará solo.

(*) Integrante de la ong Jitanjáfora.