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Vinos 13 de octubre de 2020

Torrontés, patrimonio cultural de la Argentina

Cruza de la variedad blanca Moscatel de Alejandría y la variedad tinta Criolla Chica, ha logrado un notable reconocimiento en el mercado,

El sector vitivinícola celebra hasta el 19 de octubre la Semana del Torrontés 2020 con actividades en todo el país, especialmente en las provincias vitivinícolas que lo elaboran -Salta, La Rioja y Mendoza- y en modo virtual, en un contexto de alza en la producción y las exportaciones.

En el mundo vitivinícola, cada país o región quiere diferenciarse; además del Malbec, la Argentina encontró en el Torrontés Riojano la variedad blanca emblemática, originada en el país y la más extendida, con un desarrollo único y un enorme potencial.

El torrontés riojano representa alrededor de 4% del total de la superficie vitivinícola argentina, con unas 7.700 hectáreas registradas en 2019, según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).

La provincia de Mendoza tiene la mayor superficie de esta variedad: 3.474,5 hectáreas; le siguen La Rioja con poco más de 2.000 hectáreas; Salta tiene 915; San Juan, 816 hectáreas; y Catamarca, casi 350 hectáreas; además hay pequeños viñedos de torrontés en la Patagonia: 76 hectáreas en Río Negro y 12 hectáreas en Neuquén.

En 2017, el INV advirtió que “la tendencia indica que la comercialización total de vinos varietales elaborados con Torrontés ha crecido 18,5% en los últimos 10 años”, recordó el Fondo Vitivinícola.

“En 2017, 37% de los vinos varietales elaborados con torrontés se exportó y el 63% se comercializó en el mercado interno; se evidencia una tendencia creciente en las ventas de estos varietales hacia el mercado externo, con un incremento de 5,2% en los últimos 10 años, mientras que el volumen comercializado en el mercado local creció 28,1% respecto de 2008”, añade.

En 2018 -siempre según el INV- se despacharon 125.531 hectolitros de Torrontés Riojano al mercado interno, 7% del despacho total; y fue la cuarta variedad más exportada, con 54.241 hectolitros, por un valor FOB de a US$ 13,4 millones.

En 2017 los vinos varietales puros torrontés se exportaron principalmente a Estados Unidos, seguido por Canadá, Suecia, Reino Unido y Alemania; y, en cortes, los principales destinos fueron Dinamarca, Suecia, Canadá y Reino Unido.

Historia

Al principio de la historia, allá por el 1600, algunos creyeron que esta cepa de uva blanca había ingresado a América por el puerto de Lima en Perú, luego pasando por Chile y atravesando montañas hasta las viñas de Mendoza. Historiadores y ampelógrafos no encontraron ningún registro. Claro, nunca existió. Fueron necesarios muchos años de investigación para terminar de definir la verdadera identidad del torrontés.

El torrontés comenzó a tener existencia posiblemente entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Durante más o menos unos 150 años, la nueva cepa –cruza del Moscatel de Alejandría y de la Criolla chica– fue haciéndose lugar mezclada entre viñas y parrales cuyanos. Tomó vida en silencio pero poco a poco, los viticultores comenzaron a advertir que esa uva era diferente a las demás.

No la conocían, no era parecida a las uvas criollas y tampoco a las francesas, alguno que sabía le encontró parecido al torrontés de La Rioja española y entonces a partir de de 1860 comenzaron a llamarla así: torrontés.

Para complicar la novela de esta aromática cepa, en paralelo se dio la evolución de otras tres variantes: torrontés riojano (llamado malvasía en San Juan y moscato d’Asti en Mendoza), el torrontés sanjuanino (moscatel de Austria en Chile, moscatel Romano en Mendoza) y el torrontés mendocino (chichera, palet, loca blanca en Río Negro).

Finalmente, de las tres variantes de torrontés (mendocino, sanjuanino y riojano), la que pasó a la historia es el torrontés riojano, por su alto valor enológico y comercial.

Lo mejor del torrontés, en Salta

“El trabajo de la viticultura es complejo, la historia del torrontés es el mejor ejemplo. Una linda novela donde concurren aspectos naturales y, por supuesto, culturales como los que aporta la mano del hombre. Es claro, por un lado está la planta, con sus características específicas que le da el terruño, y por el otro, el trabajo cultural que los hombres practicamos día a día, año a año”, explica Alejandro Pepa, un mendocino afincado en Salta que actualmente es enólogo de Bodega el Esteco.

“Nuestro trabajo es la continuidad del realizado por los conquistadores españoles que trajeron la vid a América, de los jesuitas que cultivaron la uva Italia y la mano de los viticultores argentinos y chilenos que contribuyeron al proceso natural y cultural que hizo posible el nacimiento del torrontés, única cepa criolla de alto valor enológico y actual variedad emblemática de los vinos blancos argentinos”, explica el orgulloso Claudio Maza, oriundo de Phillips, Mendoza, enólogo de El Esteco.

Otras bodegas/proyectos presentes en Salta y asociadas al torrontés son El Porvenir de Cafayate, Tukma, Domingo Hermanos, Domingo Molina, Vasija Secreta, San Pedro de Yacochuya, Finca Las Nubes, Finca Quara, Piattelli, Los Cardones, Etchart, Colomé, Miraluna, Paco Puga, Sala de Payogasta, Isasmendi y La Paya

 



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