Una invasión de jóvenes para el fin de semana largo, Mar del Plata en lo más alto en las búsquedas y las deudas con tarjetas
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“Este fin de semana Mar del Plata explota de jóvenes”, repetía el funcionario municipal, quien chequeando distintos informes y tomando conocimiento de reservas en hostels, hoteles de una estrella y alojamientos en casas particulares a través de distintas aplicaciones, decidió convocar a la mesa de nocturnidad para diagramar los distintos operativos de seguridad del próximo fin de semana largo. Un dato que sorprendió a todos. “Es la primera vez en seis años que tenemos que armar un operativo de estas características fuera de la temporada alta. Vamos a laburar como si fuera un fin de semana de enero”, confiaba el funcionario quien acababa de recibir un informe del Emturyc en el que se detallaba que las reservas en hostels, por ejemplo, ascienden a más del 95 %. “Se pusieron de acuerdo los pibes para tirarse unos días en Mar del Plata y de paso para buscar alojamientos para enero”, referían en otras dependencias municipales.

“Mar del Plata se caracterizó en las últimas temporadas por recuperar ese turismo jóven y una de las claves fue la de cuidarlos y tener una nocturnidad segura. Eso ha sido valorado, fue clave, y este fin de semana el operativo, claro está, sin la presencia de personal del Operativo Sol, pero con los refuerzos que sean necesarios, será similar al de enero”, detalló una de las fuentes, que además resaltó la contraposición con lo sucedido el último fin de semana, también con un movimiento inusual de turismo, aunque con gente más grande. Hubo torneos de fútbol de abogados de todo el país, convenciones, encuentros de rugby y hasta pruebas nacionales de bowling. Una serie de acontecimientos, en definitiva, que se sumaron al cierre del Festival Internacional de Cine y que generaron un movimiento más que destacado.

Si bien no están programadas fiestas electrónicas en los balnearios del sur para este próximo fin de semana largo -“de haber sabido esto alguna fecha hubiésemos programado”, se lamentó productor de ese tipo de espectáculos- Mar del Plata, ya desde el jueves, ofrecerá una más que atractiva cartelera para el público jóven y para los amantes de la música. Como bien lo detallaron las colegas de la sección espectáculos de LA CAPITAL, el jueves se presentará el mítico Glenn Hughes, bajista y cantante de Deep Purple en Vorterix. En tanto, el viernes estarán en la ciudad Barbi Recanati desde las 21, en Chauvin, Las Pelotas presentarán “6×6” en la Plaza de la Música, Rodrigo Tapari realizará su último show del año desde las 21:30 en el Teatro Radio City, la murga uruguaya La Trasnochada estará en Abbey Road mientras que en el Club Tri se desarrollará MdpPop, con DJs y bailarines. El sábado, Uriel Lozano ofrecerá un show en el Club Once Unidos, Abril Sosa (ex-Catupecu Machu y Cuentos Borgeanos) estará en Dickens Pub mientras que Los Pérez García harán lo propio en Vorterix Club. En definitiva, show y espectáculos para todos los gustos y bolsillos.

En definitiva, ya se sabe quién ganó la pulseada del finde XXL de noviembre: Mar del Plata. Sí, otra vez. la ciudad se lleva el primer puesto en las búsquedas de Booking.com y, si uno afina el oído, se escucha un suspiro colectivo en Güemes, La Perla y hasta en la terminal, como cuando te confirman que vienen los parientes pero esta vez traen buen vino. El ranking sigue con Ciudad de Buenos Aires y un tercer puesto bastante diplomático: Río de Janeiro, que siempre aparece como ese amante ocasional al que los argentinos jamás terminan de soltar. Bariloche y Puerto Iguazú completan el cuadro, cumpliendo su rol de destinos serios, de esos que nunca fallan. Pero la letra chica es todavía más jugosa. Entre los bonaerenses, después de Mar del Plata, la gente busca Tandil, Cariló, Mar de las Pampas y Tigre. Un menú que va del salame tandilense al brunch con lavanda, pasando por el estilo nórdico de Cariló y la postal húmeda del Delta.

Detrás de todo esto, hay un dato casi antropológico: el 81 % de los argentinos dice que se merece una escapadita porque trabajó mucho. Nada para discutir ahí. En un país donde sobrevivir una semana ya es una forma de productividad, la autoindulgencia es la nueva política de Estado. Así que, mientras el Gobierno suma feriados para mover la economía y las plataformas de reservas afinan sus algoritmos, los argentinos ya hicieron su propio plebiscito turístico. Y el veredicto es claro: cuatro días de fuga, con o sin justificación, y de preferencia cerca del mar, del vino o del último rayo de sol primaveral.

El pasado sábado, de verano, con una temperatura que llegó a los 32 grados, hizo que todos se volcaran a las playas. En los balnearios ya están instaladas las carpas y en Playa Grande, volvieron las reuniones sobre la arena y hasta casi la caída del sol. Mientras el empresario textil iba “cantando”, revisando en su celular la web de LA CAPITAL, cómo Aldosivi a fuerza de goles salvaba la categoría en un partido infartante en el Mundialista, el concesionario del balneario -prendido en la ronda de mates- se mostraba también esperanzado con lo que pueda llegar a suceder en el fin de semana largo que se avecina, ya con un pie prácticamente en la temporada. Mientras tanto, Airbnb filtró la radiografía del argentino en modo verano 2025: grupos, familias, valijas prestadas y un GPS que apunta a donde alcance el bolsillo, la paciencia… o ambas. La plataforma mostró el ranking de ciudades más buscadas y, atención, hay una constante: los argentinos aman los clásicos aunque juren que “este año hago algo distinto”. Ahí aparecen Bariloche, Mar del Plata, Pinamar, Ushuaia y el resto del álbum familiar de destinos nacionales. Y sí: Mar del Plata vuelve a estar arriba.

El dato inesperado es que más del 40 % de las búsquedas dentro del país son para grupos, y casi el 30 % para familias. En criollo: nadie quiere viajar solo, ni siquiera para descansar. Y cuando el viaje es al exterior, el patrón se repite. O sea: si hay quilombo cambiario, que sea compartido. Pero hay más: Brasil lidera las búsquedas al exterior, con un crecimiento cercano al 30 %. Después vienen México, Colombia, Costa Rica y Puerto Rico. Conclusión del pasillo: el argentino se fue acostumbrando a pensar en dólares… pero sueña en reales. Otro dato jugoso: las estadías largas son cosa de familias —más de 7 noches— mientras que los grupos prefieren las escapadas de 2 a 6 días. Porque una cosa es ser amigos y otra muy distinta compartir una semana entera y sobrevivir para contarlo. Y hablando de sobrevivir, el hit silencioso del verano son los destinos rurales, que ya superan el 50 % de las búsquedas familiares. Mucho pasto, poca señal, y cero ansiedad por el veranito político: el combo perfecto.

También crecieron un 70 % las escapadas cortas: feriados, findes largos y cualquier excusa para rajar aunque sea un rato. El verano 2026, según Airbnb, será móvil, fragmentado y más emocional que racional: “viajar para despejarse” como consigna de época. En resumen: los argentinos viajan igual, con o sin plan económico, y si los números no cierran, siempre queda la opción filosófica: “¿Y si nos vamos igual?”. “Es de locos porque mientras se difundía este informe, se establecía que 11 millones de argentinos tienen deudas con las tarjetas de crédito”, refería otro de los conspicuos playeros encargado de aportar los esperados churros rellenos recibidos casi con aplausos. En concreto, se supo que hay 20,3 billones de pesos en deudas impagas con tarjetas de crédito. La cifra, que llegó del Banco Central, activó una señal de alerta política en un momento en que el consumo cae y las familias ya no financian el televisor, sino la comida.

El encargado de poner el tema sobre la mesa fue el diputado Emmanuel Bianchetti (PRO), que presentó un proyecto de declaración para expresar su preocupación por el crecimiento del endeudamiento. No es un tecnicismo: más de 11 millones de argentinos tienen saldos impagos y, según el BCRA, el 91 % está apenas un mes atrasado, atrapado en la rueda del pago mínimo eterno. En el Congreso, varios legisladores reconocen en voz baja que “la tarjeta se volvió el nuevo salario complementario”. Bianchetti lo escribió sin circunloquios: “Las tasas usurarias que superan el 200 % anual hacen que cada compra financiada se vuelva un círculo vicioso”. Y en su bancada nadie lo desmiente. El mapa provincial muestra otra dimensión del fenómeno. En la Ciudad de Buenos Aires, la deuda promedio por habitante ronda los $1,2 millones; en Santa Cruz, casi $800 mil; y en La Pampa, $580 mil. En el extremo opuesto, Chaco, Formosa y La Rioja presentan montos menores, de $119 mil a $172 mil, pero todos crecientes.

Misiones aparece entre las provincias con deudas más bajas, pero el dato inquieta igual: unos $200 mil por habitante, usados para financiar gastos básicos. “La gente paga servicios con efectivo y financia la comida o los medicamentos con la tarjeta”, advirtió la politóloga Mara Pegoraro, del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina. La frase circuló con fuerza entre asesores y diputados porque sintetiza el clima social mejor que cualquier planilla del BCRA. El economista Amílcar Collante aportó otro dato incómodo: uno de cada cinco pesos del ingreso familiar se destina hoy a pagar deudas financieras. Con tasas que duplican o triplican la inflación, el viejo truco de “licuar en cuotas” dejó de funcionar. “Hoy pasa lo contrario: las tasas suben, los salarios se estancan y la deuda se vuelve impagable”, explicó. Bianchetti reclamó al Gobierno medidas de contención para evitar que el crédito colapse. “Si el crédito se vuelve impagable, termina afectando a todo el sistema financiero”, señaló. La frase se repite: “La tarjeta ya no marca el consumo, marca la crisis”.

Del fenómeno de la Mar del Plata de los jóvenes, pero a la vez del rol de esas nuevas generaciones en el mapa político argentino, se hablaba en la noche del sábado en larga mesa del Club 9 de Julio, en encuentro de histórica peña que reune a políticos, periodistas, empresarios y siempre algún invitado ocasional que termina sumándose para el siguiente encuentro donde el asado y las achuras son la verdadera estrella. Hay un dato que circula por el pasillo político y que nadie termina de asumir en voz alta: la juventud argentina —esa categoría que la dirigencia suele imaginar como masa disponible para TikTok y fotos con filtros— está diciendo algo bastante más complejo que un simple “paso”. La nueva encuesta nacional de Zuban Córdoba viene a poner en números esa sensación que uno ya respiraba en la calle, en los cafés y en esas sobremesas donde la mesa grande discute y la mesa de los menores se ríe, pero con un ojo en la cuenta bancaria. Primero, la paradoja central: el 62 % dice tener “algo de interés” por la política, pero al mismo tiempo el 77 % reconoce que la política le genera sentimientos negativos. Es decir: miran, pero con el desconfiómetro al máximo. La generación del “meh”: no están desconectados, están desilusionados. Y no porque “no entiendan”. Entienden demasiado.

Los partidos, sindicatos, el Congreso, los medios… las instituciones tradicionales están para atrás en la tabla de confianza. Entre 74 % y 79 % de desconfianza según el rubro. Y acá aparece un detalle que incomoda al sistema político: no es sólo que no los convencen; es que directamente sienten que no los representan. Un 34,6 % dice que ningún espacio político piensa en ellos. Nadie. Cero. Ni siquiera como eslogan. Y cuando se les pregunta quiénes, si alguno, parecen tenerlos en el radar, aparece La Libertad Avanza con un 32 %. No porque los ame: porque en el desierto político, cualquier sombra parece un árbol.

El desencanto no es con “lo público”, ojo. Ese es el malentendido favorito de algunos dirigentes que creen que cada crítica al sistema es una oda al sálvese quien pueda. Los jóvenes están hartos de la política, sí; pero quieren más Estado. Un 83 % sostiene que educación y salud deben ser garantizadas por el sector público. No hay contradicción: hay experiencia. Saben que sin Estado, la cancha se inclina. Y cuando se inclina, siempre es hacia ellos. Esta generación —que a veces se pinta como libertaria, antisistema o apática— en realidad es profundamente pragmática. Demandante. Exigente. Y con una sensibilidad económica muy afilada. Porque la encuesta también muestra que casi el 40 % siente que su situación personal empeoró este año. Son jóvenes, pero no son tontos. Y saben perfectamente quién paga la crisis: ellos, que llegan al mercado laboral pisando un piso pegajoso y no una alfombra.

Otro tema que incomoda a las dirigencias tradicionales —a las de ayer y a las de hoy— es que los jóvenes ya no entran en las grillas ideológicas prefabricadas. No compran discursos enlatados. No se arrodillan ante banderas partidarias. Descreen del feminismo como institucionalidad, pero no del reclamo. Descreen de los partidos, pero quieren más Estado. Descreen de los sindicatos, pero quieren derechos. Descreen de la representación, pero no del problema. No están “corriendo la ventana ideológica” hacia ningún lado. Están rompiendo la ventana y viendo qué pasa si entra aire nuevo. Hay otro dato que en los pasillos se comenta poco pero pesa mucho: los jóvenes son una generación multivínculo. Trabajan, estudian, cuidan, militan cuando quieren, votan cuando se sienten interpelados, y el resto del tiempo viven. “No tienen la paciencia para el teatro político del elogio mutuo, las peleas falsas y las épicas inventadas de redes sociales”, revelaba legislador provincial oficialista al comentar el informe con amigos marplatenses. No es “despolitización”: es sobredosis de política. Y cuando hay sobredosis, uno se aleja para no intoxicarse.

En este escenario, aparece la pregunta que nadie responde pero todos esquivan: ¿Qué narrativa política puede hablarle a esta generación sin subestimarla? Porque el problema no es Milei, ni la oposición perdida, ni los partidos históricos envejecidos. El problema es que la política no logra construir un relato de futuro. Y si la política no lo hace, lo hace otro: un algoritmo, un influencer o un enojo. La encuesta de Zuban Córdoba no revela un misterio: confirma algo que ya venía sonando en el rumor colectivo. Los jóvenes no odian la política: odian que la política los ignore. Quieren un Estado presente, pero no un Estado paternalista. Quieren libertad, pero no abandono. Quieren instituciones, pero no cartón pintado. Es, en síntesis, una generación que pide responsabilidad. Y lo hace en un país donde la responsabilidad es, desde hace años, un bien escaso.
