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Deportes 21 de septiembre de 2020

Jeff Pollard y el recuerdo para los foráneos blancos de Peñarol

Sólo el 14,5% de los extranjeros que trajo el popular equipo marplatense fueron de esa raza. Michael Higgins, Jared Prickett y Luis Silveira, inolvidables.

Jared Prickett fue uno de los mejores extranjeros blancos que pasaron por Peñarol y la Liga Nacional.

por Sebastián Arana

 
El ala-pivote estadounidense Jeff Pollard será, si todo transcurre por los cauces esperados, el extranjero N° 125 de Peñarol desde que comenzó a jugar la Liga Nacional de Básquetbol en 1984 y el decimonoveno de raza blanca.

La contratación de foráneos blancos es una rareza para los equipos argentinos. En Peñarol representan apenas el 14,5% del total de importados.

Sin embargo, el color de la piel nada tiene que ver con la calidad del jugador. Y el equipo “milrayitas” disfrutó de buenos y muy buenos extranjeros blancos. Aunque no despiertan la misma expectativa, Peñarol acertó y se equivocó con ellos casi en las mismas proporciones que con los foráneos de raza negra.

Dos nombres brillan con luz propia y destacan con ventaja en el recuerdo de los hinchas. El primer gran extranjero blanco de Peñarol fue Michael Higgins, pivote obrero e inteligentísimo que Néstor García eligió para la temporada 1995/96. El “Faisán”, que formó dupla con John Devereaux, rindió a satisfacción durante todo el torneo.

Michael Higgins, pivote obrero e inteligentísimo que Néstor García eligió para la temporada 1995/96.

Michael Higgins, pivote obrero e inteligentísimo que Néstor García eligió para la temporada 1995/96.

Defendía, tomaba rebotes, no pedía la pelota y convertía los puntos que le daba el juego. Era el jugador que todo equipo quiere tener. Dejó tan buen recuerdo que durante muchos años no dejó de pensarse en él para volverlo a incorporar como refuerzo.

Si los fanáticos peñarolenses dejaron de pedir a Michael Higgins, mucho tuvo que ver lo que jugó Jared Prickett desde que llegó al club en la temporada 2000/2001. Defendía y reboteaba como el “Faisán”, tenía menos poder de gol, pero lo superaba en comprensión del juego y capacidad de mando. Era de esos jugadores que acomodan a todos y que hacen mejores a los compañeros. Y, como si fuera poco, tenía carácter: a Atenas, que había prescindido de sus servicios antes de pasar a Peñarol, le jugaba con el cuchillo entre los dientes.

Prickett fue figura de un equipo que estuvo todo el año en puestos de privilegio y que se “mancó” en el momento menos oportuno de la temporada. En un quinto juego de local de una serie de cuartos ante Libertad de Sunchales.

Peñarol lo repitió en una temporada siguiente atípica y el pivote estadounidense permaneció en el equipo hasta fines de 2001. Y se terminó alejando después de la crisis económica, social y política que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa.

De armarse un podio de extranjeros blancos, seguramente lo completaría el uruguayo Luis Silveira. Escolta o alero chico fue clave, por liderazgo, espíritu de lucha y puntería, para que un atribulado Peñarol levantara la cabeza y consiguiera salvarse de un descenso que, antes de su incorporación al equipo, parecía cantado.

El carácter del uruguayo Luis Silveira fue clave para que Peñarol se salvara del descenso.

El carácter del uruguayo Luis Silveira fue clave para que Peñarol se salvara del descenso.

Por lo demás, hubo de todo. El serbio Milos Babic, el primer foráneo blanco que tuvo el equipo marplatense, un enorme centro de 2,13 metros, con pasado NBA, dejó un recuerdo aceptable. Pese a sus problemas de estabilidad -tenía pies muy chicos para semejante estatura y muchas veces terminaba en el suelo-, fue un atacante importante para el equipo que finalizó la temporada 1991/1992.

Del mismo modo, Tyler Field hizo una contribución efectiva y altruísta a un equipo como el de Guillermo Narvarte (temporada 2004/2005) al que le sobraba gol exterior y que no necesitaba un pivote que demande la pelota en ataque.

No está de más recordar que la última vez que Peñarol fue campeón de la Liga Nacional (temporada 2013/2014) lo hizo con dos extranjeros blancos como el tirador puertorriqueño Isaac Sosa y el experimentando perimetral Forrest Fisher. Ambos cumplían con un rol acotado en un conjunto en el que Facundo Campazzo marcaba claramente la diferencia con dos laderos de lujo como Leonardo Gutiérrez y Adrián Boccia.

Innegable, por otra parte, era la calidad del base uruguayo Martín Osimani. quien jugó en las filas “milrayitas” en la temporada siguiente. Pero su recuerdo está más asociado a un conflictivo final de relación con el club que a su aporte deportivo.

Otro que no terminó bien la relación laboral fue el pivote estadounidense Matt Fish (temporada 1994/1995), quien se terminó “fugando” a pocos partidos de los play-offs. Un ex NBA que dejó gusto a poco.

El aporte del resto de la lista (los uruguayos Jesús Rostán y Pablo Viera, el puertorriqueño Erick Rodríguez, el brasileño Lucas Tischer, el chileno Sebastián Suárez, el serbio Vuk Ivanovic y los estadounidenses Antoine Stockman, Gilbert Talbot y Andrew Feeley) fue rápidamente olvidable.

Alguna vez dijo Sergio Hernández que a él no le importaba si un jugador era “negro, blanco o japonés”, si no que ayudara a ganar al equipo.

La inminente llegada de Pollard, sin embargo, dispara este recuerdo que, en definitiva, ratifica que hubo excelentes, buenos, regulares y malos de todos los colores.



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