“Los sorrentinos”, una novela imperdible sobre la Trattoria Napolitana de Mar del Plata
Los sorrentinos son marplatenses y su origen está en la Trattoria Napolitana de la familia Véspoli, como narra la novela "Los sorrentinos" de Virginia Higa. La autora leyó fragmentos de su libro en una de las actividades de cierre del Festival Filba.
Por Rocío Ibarlucía
Tal vez no todos los marplatenses sepan que los sorrentinos nacieron en nuestra ciudad. Esa es una de las grandes revelaciones de la primera novela de Virginia Higa, “Los sorrentinos”, publicada en 2018, que cuenta la historia de la Trattoria Napolitana de la familia “Vesponili”, nombre ficcional de los Véspoli, fundadores de la primera sorrentería del país. El emblemático bodegón ubicado en Tres de Febrero 3154 ya recibía a locales y turistas “cuando La Rambla era de madera”, según decía la publicidad radial.
Esta familia de inmigrantes italianos que se asienta en Mar del Plata a principios del siglo XX para abrir hoteles y restaurantes, rubros a los que también se dedicaban en la costa amalfitana, crearon los sorrentinos. Específicamente, fueron inventados por Umberto Véspoli, quien los nombró así en homenaje a la ciudad natal de sus padres, Sorrento. Pero, tras su temprana muerte, fue su hermano menor Chiche Véspoli quien se encargó de continuar la tradición culinaria y convertir esta pasta rellena en el plato más pedido de su restaurante y, más adelante, en una de las pastas más populares en la mesa de los argentinos.
Fachada de la Trattoria Napolitana.
La novela de Virginia Higa, de hecho, gira en torno de la figura de Chiche, seguramente un hombre difícil de olvidar para los clientes asiduos de la trattoria. Vestido con tiradores, acostumbraba a pasar por las mesas a saludar y preguntar si la pasta estaba a punto, incluso probaba los platos de sus clientes si algo no estaba bien e inmediatamente pegaba gritos en la cocina o daba indicaciones a los mozos para brindar un servicio de excelencia. Estas son solo algunas descripciones que podemos encontrar en el libro, que ponen en evidencia la pasión -y obsesión– de Chiche por los sorrentinos, motivo por el cual se comportaba como el director de orquesta de esta trattoria, lidiando con proveedores, cocineros, mozos, clientes y entre todos los “Vespolini”.
La voz narradora se encarga de recuperar los discursos fundamentalistas de Chiche sobre las pastas, el ritual para comerlas y también para cocinarlas. Por ejemplo, para Chiche, existía un arte para comer los sorrentinos: el plato debía tener seis sorrentinos, ni uno más ni uno menos, y era primordial cortarlos con el tenedor (cortar con cuchillo era cosa de forastero e ignorante). Quienes no sabían apreciar las diferencias entre los sorrentinos y los ravioles carecían de sensibilidad, porque no eran capaces de reconocer la personalidad de cada pasta.
Además de encontrar en la novela sabores que despiertan el apetito, bien puede considerarse el libro como un anecdotario de la familia “Vespolini” y de los chismes que circularon por la primera sorrentería del país. Disputas entre hermanos, con los parientes políticos o con un restaurante “enemigo” (cuyo nombre está cambiado pero el marplatense seguramente lo podrá reconocer con facilidad), amoríos y separaciones, traiciones por dinero o por robos de recetas, hasta suicidios. Todos estos episodios son hilvanados con humor, aunque también se deja lugar a escenas emotivas, siempre alrededor de la cocina.
Otro condimento central de la novela es el idioma de esta familia. Especialmente, el de Chiche, quien usaba palabras inventadas con acento italiano. “Catrosho” es uno de los términos que se despliega a lo largo de la novela en boca del protagonista, quien la emplea para definirse a sí mismo. El lector deberá ir construyendo su significado a medida que avanzan los capítulos. Esta palabra trae consigo una historia por momentos dolorosa sobre la homosexualidad, con terapias eléctricas incluidas para “curar” al niño de sus actitudes “chillonas”. Pareciera que el Chiche acudía a sus propias palabras para nombrar de forma oblicua aquello que no se podía decir en la familia.
Bien podría hacerse un glosario de las palabras empleadas en boca del Chiche, al punto que la lengua de los “Vespolini” se convierte en otro protagonista del libro. Y parece, por el epígrafe de Natalia Ginzburg, que el léxico es una motivación de la autora para escribir este libro sobre su familia. Porque Virginia Higa es sobrina nieta y ahijada de Chiche, quien era hermano de su bisabuela. Fue testigo, entonces, de la vida de la trattoria y de las ocurrencias de su padrino. Pero, en lugar de hablar desde el yo, escoge narrar la historia en tercera persona, para poner el foco en su familia. Y esa voz, que sabe todos los secretos de la familia “Vespolini”, logra que los lectores espiemos sus conversaciones y habitemos en la trattoria junto a ellos.
Si bien actualmente está asentada en Estocolmo, Higa nació en Bahía Blanca en 1983 y vivió en Mar del Plata, al igual que en Río Tercero y Buenos Aires. Con un árbol genealógico ecléctico, de múltiples lenguas y culturas, en tanto Higa también es descendiente de japoneses por el lado paterno, escribe su primer libro atravesada por la tradición familiar. Se trata de una novela entre biográfica y ficcional, contada con acento italiano y argentino, sobre recetas y chismes, con aroma a tomate y laurel, con episodios cómicos y dolorosamente emotivos, con la trattoria marplatense como protagonista, que tienta los paladares de los lectores con las descripciones y anécdotas que giran alrededor de los sorrentinos del clásico bodegón de La Perla.
VIVO de Instagram.
El sábado a la noche fue el cierre del festival FILBA en Mar del Plata y una de las perlitas fue el vivo de Instagram en el que Virginia Higa leyó fragmentos de la novela mientras se veían imágenes en directo de la cocina de la Trattoria, donde estaban elaborando los primeros platos de la noche. Su lectura, pausada y emocionada, volvió a traer esta novela publicada en 2018 a la ciudad, que nos recuerda que los sorrentinos son marplatenses. El video, que puede consultarse en el Instagram de Fundación Filba, invita a escuchar la narración de su autora, correr a leerla y después completar la experiencia literaria con un plato de seis sorrentinos, suaves como una nube, de la emblemática Trattoria Napolitana.