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Cultura 12 de junio de 2016

Pinceladas de la ciudad (Mar del Plata desde adentro): Una casa solidaria puede fundar una escuela

Por Pablo Garcilazo

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En Santa Rosa de Lima, a principios de la década del ’80 los vecinos y vecinas empiezan a organizarse para mejorar sus calles, empezar a gestionar los distintos servicios de agua, luz, gas, teléfono, construir su plaza y conformar la sociedad de fomento. En esa primera comisión directiva su presidente Héctor Lorechio y el tesorero Wenceslao Gajardo deciden pedirle a una vecina la conformación de una comisión para intentar construir una escuela. Su nombre, Norma Somoza, que con los años se convertirá popularmente en Norma Lanchas, por el apellido de su marido.
Una escuela en un barrio, es uno de los principales ejes de su desarrollo. La de sus niños. La de su futuro más próximo. Norma empezó un camino de largo trecho y con muchas piedras. Al mismo tiempo, se formó la comisión procreación de escuela integrada por catorce mujeres.
Lo que fue una buena idea chocó de frente con la realidad: el club Libertad ocupaba los terrenos de la actual plaza, la sede de la sociedad de fomento y de la futura escuela. Cinco años de lucha terminaron con la cesión de los terrenos donados por la familia Frontini para esos fines sociales.
No faltaron vecinos que le dijeran ¿y para qué una escuela? ¿Y tienen chicos?, le preguntó Hilda “Chiche” Duhalde en un encuentro en la capilla San Marcos, donde, según Norma, fue su gran oportunidad. Después de tener levantada la mano un largo rato, en presencia de las directoras de la escuela 59 y 21 que pedían por aulas en sus escuelas les dijo: “Que sean sinceras y no sean egoístas, es una buena oportunidad para construir una escuela en Santa Rosa de Lima, también para los otros barrios que hay alrededor”.
De la época en que Cafiero era gobernador se construían aulas. Todos pedían aulas, Norma más que eso. Sus compañeras de la procreación de escuela iban cansándose poco a poco. Ella sabía que una casa solidaria puede fundar una escuela. Y que los tiempos políticos a veces son lentos, aunque pongamos el corazón.
Los chicos tenían que ir a la escuela 59 de Florentino Ameghino y a la 21 de Jorge Newbery, con una distancia de más de 25 cuadras ida y vuelta, con calles llenas de barro, había que cruzar las avenidas, el campo, no había semáforos. El viento, la lluvia, el calor, el frío cuando hay distancia sí que se siente.
Un mes después, en un plenario del Plan Vida después de muchos años a Norma le entregaron el decreto de la creación de escuela. “Llegue a casa y sabía que tenía un papel importante pero es como que no me daba cuenta, estaba sola, no tenía ya a mis compañeras”, dice ella.
Se seguía demorando el comienzo de la obra y Norma preparó lo que se llama una estrategia creativa: en un encuentro de gobernadores en el Auditorium tomo del brazo al gobernador Eduardo Duhalde y le colocó un sobre en su saco con una carta y el decreto de creación de escuela, pidiéndole que no lo mande a lavar, así la podía leer personalmente.
Y apareció el cheque para comenzar la obra. Resulto que vino a nombre de la cooperadora y la escuela no tenía ni chicos ni estaba construida. Si, así de claro. A nombre de algo que todavía no existía. Finalmente se depositó el cheque a una cuenta como procreación de escuela y pudo empezarse a construir.
La escuela, después de la elección entre varios nombres, se llamo “Soldado de Malvinas” y fue fundada por iniciativa de los vecinos y vecinas.
Hubo una que perseveró, enseño y aprendió.
Más vale un sí para abrir un camino que muchos no para cerrarlos.
Una casa solidaria puede fundar una escuela.

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Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.