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Cultura 30 de julio de 2021

“¿Puedo librarme con palabras de un problema de palabras?”, el tema de “Daga”

Es un libro escrito por el marplatense Agustín Barovero. El problema del lenguaje atraviesa el poemario. El autor asocia la palabra a un arma que se clava para decir; critica así el discurso vacío.

"La daga está siempre yendo a clavarse, a insertarse en la pared y hacer grieta", dijo Barovero.

 

 

Rodeado de cierto enigma, “Daga” es un poemario que indaga en el misterio de la escritura. Su autor, el marplatense Agustín Barovero, buscó llevar al estadio de la poesía el problema del lenguaje. “¿Cómo digo algo mío con lo ajeno, aprendido, que hace eco en todas las palabras que leí u oí? ¿Qué hago con tantos años usando las mismas palabras? ¿A dónde llego? ¿Puedo librarme con palabras de un problema de palabras?”, contó a LA CAPITAL sobre las preguntas que dispararon este libro corto, que también presenta una segunda parte titulada “Cuatro películas infinitivas”.

Barovero es actor y docente y si bien no se asume en el rol de escritor, expresó que la escritura aparece siempre en gran parte de lo que hace. Su trayecto incluye lo artístico, aunque no puede dejar de sentirse extranjero en cada terreno al que asoma, una sensación que aparece “por querer estar en muchas cosas”, dijo.

El poemario, editado de manera independiente, nació en el verano del ’19 y ’20, “un tiempo de mucho cansancio, calor e instancias bisagra en lo personal”. El manuscrito terminó en un “protolibro que corregía, reescribía y reimprimía mes a mes durante el otoño e invierno siguientes”.

Finalmente, “los temas que iba encontrando se hicieron ciertos símbolos, esos símbolos fueron ordenados como una escena, y esa escena es la que, creo, estructura y narra la versión final”, aportó el autor, que contó con la lectura atenta del escritor Facundo Giménez.

Con el tema del lenguaje puesto en primer plano, la “Daga” a la que alude el título aparece como una metáfora de la palabra. “La daga apareció como símbolo de eso, pero en tanto se clava en algo, está funcionando dentro mismo de la ‘sala’ de la escritura. Esa idea de la palabra justa pero inasible, que siempre se escapa, que nunca llega del todo y hace que no se pueda escribir lo último. La daga, en el texto, está en perpetuo movimiento de enunciación, siempre yendo a clavarse, a insertarse en la pared y hacer grieta. Pero en ese arco trazado, el problema y acto de escribir, es siempre incompleto, inacabado, y esa dificultad aparece como sombra que se proyecta en todo y en uno: la pesadilla, la sospecha, de tal vez nunca poder decirse”.

Asociar la palabra a una daga, a un arma, representa para el autor toda una crítica a la forma en la que -a veces- se utiliza el decir. “Asistimos a la emergencia de manifestaciones artísticas sostenidas en el lenguaje: el trap, el freestyle, el hip hop, las batallas… Todo un campo riquísimo que viene creciendo hace muchos años y que, en algunas de sus versiones más mainstream y hegemónicas, son retóricas de la autoafirmación del yo, vaciadas del trasfondo de militancia, resistencia y lucha que tenían en sus usos originales”.

En ese sentido, expresó: “Ese uso de la palabra como arma de ataque a otro u otra, vaciada de su carga y perspectiva política, se sostiene en una retórica a veces megalómana del ‘yo soy’ donde no se cuela un ápice de sospecha, donde no hay miedo, inseguridad, timidez. Me gustó usar la idea de signo-arma como algo que clave y atormente a quien enuncia, en lugar de ser un pilar donde colocar el ego”.

-“Daga” requiere de un gran trabajo por parte de las personas lectoras, ¿te interesa esa clase de escritura críptica, que tensiona la interpretación?

-Me gusta el formato breve, el texto como una pequeña cosa, asible, donde se pueden encontrar otras. Me gusta leer y que haya posibilidad de jugar con el objeto, que un texto me permita releer y encontrar correspondencias, desplazamientos, nuevos sentidos. La interpretación en ese registro es trabajo y tensión: me propuse un libro corto, con posibles síntesis de lo que aparecía como temas grandes. Me gusta leer como ese trabajo de abrir algo, como un juego de ingenio o una nuez.