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Interés general 25 de septiembre de 2016

“Se estafó durante años a los padres que mandaron a sus hijos a los colegios”

Alejandro Finocchiaro, director general de Cultura y Educación bonaerense, aseguró que durante la década ganada los alumnos no egresaban con contenidos significativos de la escuela primaria y media.

por Hernán Gabriel Marty

LA PLATA (Corresponsalía).- Alejandro Finocchiaro, actual director general de Cultura y Educación de la administración de María Eugenia Vidal, no escapa a la lógica que vienen llevando adelante la mayoría de sus pares y está pegando un golpe de timón muy grande en materia educativa en el territorio bonaerense.

Su método, ya fue llevado adelante por el hoy Ministro de Educación Nacional cuando le tocó ocupar ese cargo en la Ciudad de Buenos Aires, en donde Finocchiaro ejerció el cargo de Secretario de Políticas Educativas y Carrera Docente. Desde allí, fue el encargado de normalizar la relación con los diecisiete sindicatos de la educación con jurisdicción en la CABA, apostando al diálogo y a la negociación.

Para explicar cómo está la realidad educativa provincial, el funcionario vidalista atendió a LA CAPITAL y profundizó sobre varios conceptos en los que resulta interesante y conveniente conocer su postura.

– ¿En qué situación general estaban el ministerio y la educación cuando asumió?

– Son cosas distintas y complementarias, pero ambas estaban en un estado de abandono. El ministerio abandonado, endeudado, sin ningún tipo de sistematización y procesos, sin ningún tipo de estadísticas fiables. Por ejemplo, no sabíamos la cantidad de escuelas y la cantidad de edificios que teníamos, no existe la nominalidad de alumnos, se liquidan salarios con un procesador IBM del año 1984… Si no fuera dramático sería para morirse de risa, no hay ningún sistema de seguimiento de expedientes, todo es manual y se firma manualmente y los expedientes circulan en carretilla. Con respecto a la educación: edificios en pésimo estado, un abandono moral muy fuerte, un sistema sin ningún tipo de proyecciones pedagógicas ni de ninguna otra índole. Eso es lo que encontramos. Ni siquiera estaban procesados los datos de la última evaluación que se hizo.

– ¿No cree ciertos los datos que le dejó la gestión de Daniel Scioli?

– Cuando Luciana Vásquez, la periodista del diario La Nación, me invitó a su ciclo Conversaciones y me pidió que le llevara estadísticas y datos duros, yo le tuve que decir “Luciana, lo que tengo en el ministerio no te lo puedo llevar, porque no los creo yo. Tengo la sospecha de que no son verdad. Porque si estos datos fuesen verdad, casi no se necesitaría gestionar”.

– ¿Y qué hicieron para conocer la realidad?

– En primer lugar hicimos un censo de infraestructura que nos llevó cinco meses, que ya está terminado y sobre el cual estamos trabajando en la elaboración de un plan de infraestructura. El censo dio mal, yo no voy a darlo a conocer con exactitud porque so lo va a hacer la gobernadora, junto con el plan de obras, que como es de imaginarse es un plan de infraestructura de mediano y largo plazo. Estamos trabajando en todo lo que es estructural con el ministerio de Coordinación para poner sistemas en el ministerio, seguimiento de expedientes, nueva tecnología para liquidación de haberes y jubilación. Porque otra de las cosas que nos pasan es que creemos que estamos gastando mal, el gasto en educación es inversión, pero cuando uno lo hace mal es gasto. Ahora vamos a hacer un visteo escuela por escuela para saber cuál es la planta orgánica funcional que tiene cada escuela y dónde está cada docente del sistema, si efectivamente está en la escuela o dónde está.

Estamos empezando a construir la nominalidad de los alumnos, porque el Estado que invierte en educación tiene el derecho de saber a cuántos alumnos les brinda educación y cuáles son sus necesidades.

Las calificaciones

– ¿Volvieron también los aplazos?

– Cambiamos el régimen de calificaciones, para terminar con un engorro que tenía que ver con esa libreta de trayectoria, que los padres no entendían realmente cómo estaba su hijo en el colegio. Para nosotros tiene también una fuerte connotación cultural, porque queremos volver a la lógica del esfuerzo y el trabajo, a la lógica de los sobresalientes, la del alumno que se esfuerza, que da todo, que vence las dificultades. Y en todo caso un aplazo es un indicador para el docente y para el equipo directivo de esa escuela, de que algo está pasando con un alumno y que hay que trabajar más ahí.

– ¿También van a capacitar a los docentes en nuevas tecnologías?

– Acabamos de lanzar nuestro Plan Provincial de Capacitación Docente, articulados con Nación, con oferta propia de la Provincia dentro de lo cual una de las cosas más destacables es que estamos empezando a dictar capacitaciones para docentes en las nuevas tecnologías, en los nuevos entornos. Porque tenemos escuelas del siglo XIX, con docentes del siglo XX y alumnos del siglo XXI. Si vos tomás una foto de una escuela primaria de 1916 y la contraponés con una foto del año 2016, puede cambiar el peinado de la maestra y la ropa que usaban los chicos, pero la lógica es la misma que hace 100 años. Y en los últimos 30 años, no solo la provincia de Buenos Aires, el mundo cambió radicalmente. Una escuela tiene éxito cuando reproduce las condiciones del entorno en el que está inserta. Tenemos que avanzar hacia lo que es el conocimiento, las capacidades y las actitudes que necesitan los alumnos, niños y jóvenes del siglo XXI. Esto es verdad que puede demandar una inversión, pero si nosotros hoy nos quedamos con que tenemos la gran mayoría de las escuelas en malas condiciones, y nos quedamos con que hay que reparar los ladrillos, nunca vamos a ir a lo importante. La realidad es que hoy la mayoría de los chicos acceden a plataformas digitales con el dispositivo que tengan a mano, acceden a Facebook, a Twitter, a Instagram.

La tecnología no es más que un instrumento y debemos enseñarle a nuestros docentes a utilizarlo para que en este entorno los chicos produzcan el conocimiento guiados por ellos.

Hoy podemos empezar a utilizar esto, porque ni siquiera tiene que tener un dispositivo cada alumno, en los años que vienen estos chicos van a trabajar de dos maneras: van a trabajar de forma colaborativa y van a trabajar en forma interdisciplinaria. Entonces si en un aula de 20 chicos hay 6 que tienen dispositivos, se harán equipos con esos seis dispositivos, pero empezamos ahora. Porque si nosotros vamos a esperar a arreglar toda la infraestructura escolar, vamos a esperar a tener inversión para poder dotar a cada uno de un dispositivo, entonces estamos siempre esperando. Ya podemos empezar a trabajar, porque lo fundamental es devolverle a la escuela su rol de centralidad como lugar de saber y devolverle al docente el prestigio del lugar del saber.

Formación de los docentes

– ¿Los institutos de formación docente siguen formando con la lógica del siglo XIX?

– Exacto, y estamos trabajando también en ello con una gran pedagoga que se llama Guillermina Tiramonti. Lo que nos pareció más urgente es la capacitación para los que ya están y para la que en el primer día después de lanzar el Plan Provincial se anotaron 60 mil docentes, es un récord histórico. Hoy la tecnología ya está en las escuelas, los chicos son nativos digitales y para aquellos chicos que no pueden acceder será el estado el que deba garantizarles el acceso. Ellos van a vivir en un mundo donde en su vida adulta cambien entre 5 y 7 veces de trabajo, en trabajos que en su gran mayoría todavía no han sido creados, la velocidad del cambio es vertiginosa. Tenemos que salir de la lógica del siglo XX, del docente activo emisor de conocimientos y el alumno pasivo receptor de conocimientos para ir a un esquema donde el alumno a través de consignas dadas por el docente, guiado y tutorado por el docente, produzca el mismo ese conocimiento. Por eso la labor del docente siempre va a ser fundamental, sugiriendo las páginas para que los chicos comiencen su búsqueda y validando o no las que sumen los alumnos. Eso queremos hacer, queremos cambiar el entorno aúlico. La tecnología en la escuela es como el judo: Vos podés combatirla o como en el judo, tomar su fuerza y usarla en tu beneficio. Yo amo leer en libros de papel, pero quienes nos dedicamos a la tarea de educar, no podemos pensar en lo que a nosotros nos gusta y convertirnos en nostálgicos. Si no seguimos ampliando la brecha.

– ¿Cuál es su visión de la Educación Pública?

– La educación pública siempre fue la gran igualadora de oportunidades, era el lugar donde estudiaban tanto el hijo del mecánico como el del albañil, el médico o el abogado, todos convivíamos en el mismo lado y sabíamos saliendo. Lo que sucede hoy es que si no hacemos que la escuela pública recupere su rol central, muchas familias que tienen la capacidad económica para elegir, van a optar por modelos alternativos en escuelas privadas que van a dar a sus hijos lo que el siglo XXI necesita. Y mientras tanto, los que no tengan esa capacidad económica, van a seguir retrasándose con respecto al resto. Esto es terrible, porque vas a tener dos Argentinas claramente definidas. Hoy íbamos en camino a eso. Tenemos que revertir esa tendencia.

– ¿Cuál es su postura frente a la maestra que aprobó a la alumna que trabajaba en los frutillares?

– Claramente no estoy de acuerdo. En ese momento entendí que había toda una cuestión emocional y que la docente había actuado de buena fe, conmoviéndose ante la situación. Inmediatamente a través de las vías jerárquicas correspondientes empezamos a trabajar para saber por qué esa chica no sabía los contenidos, por qué esa chica no había tenido los libros y que le llegue la manifestación oral de que esta no es la forma. Porque es verdad que fue un caso que conmovió a la opinión pública y a los periodistas, pero en realidad lo que hizo esa maestra estuvo mal, porque es parte de la gran tragedia que vivimos en la educación y que el ministro Bullrich define como ‘la estafa educativa’.



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