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Opinión 8 de julio de 2016

Siempre adelante, unidos triunfaremos

por Alejandra Martínez y Maximiliano Abad

Los hermanos sean unidos, expone como un mandamiento laico la obra del gaucho Martín Fierro. La independencia es una de las banderas que el movimiento justicialista levanta y defiende, al igual que lo es para el radicalismo la democracia y la justicia. Ambas ópticas se fundan sobre el valor de la libertad. Ambas toman, como reza Mariano Moreno, al único dogma valido: la igualdad.

Desde hace 200 años, lo que luego se llamaría Argentina, fundó su espíritu de unión forjando con la independencia el hilo conductor de una nación que todavía se construye en el paso de los días. Ambos movimientos políticos a los cuales representamos desde las acepciones partidarias actuales, nacieron primero como demandas sociales: sed de justicia, sed de política, sed de derechos. Y luego esa demanda social se transformó en esquema partidario. Por eso los enlatados políticos no funcionaron en estas tierras. Solo quienes supieron traducir la demanda social, la necesidad social, fueron los movimientos que aun hoy y por mucho tiempo más se sostienen representados.

Primero fue un grito desesperado, una opresión a las libertades individuales y colectivas, una injusta libertad opacada, y luego eso se transformó en movimiento y por último en partido político que levantó las banderas que se defienden.

Lo mismo, en ese paralelismo histórico, ocurrió aquel 1816 en Tucumán. Los intereses de todos los congresales de entonces se reunieron en una asamblea que fundó la independencia de las provincias. No importó en esa conquista qué intereses sectoriales defendía cada uno, la patria los llamaba a su encuentro y la libertad tenía el papel protagónico en ese tiempo de la historia.

El desarrollo, la gestación de una patria se encontraba en camino, y los hombres y mujeres de entonces permitieron eso con la convicción de que las generaciones venideras tomarían la responsabilidad a la altura de las circunstancias.

No es intención de estas líneas repasar la historia como en un manual de escuela. La intención es poder traducir como en aquel entonces, y como en el centenario de la independencia, la misma demanda social que hoy llama a las puertas de sus representantes con sed de los mismos valores de siempre.

Los hechos que han construido independencia nos han reunido como movimiento, siempre uno en la defensa del otro. Desde la Ley Saenz Peña que promulgó el sufragio secreto y universal, hasta la incorporación de los derechos políticos de la mujer. Desde la reforma universitaria, hasta la gratuidad de las universidades. Desde los planes quinquenales hasta la industrialización nacional. Desde la ampliación de derechos sociales hasta el fortalecimiento de la democracia.

En todo el desarrollo al segundo centenario de la independencia argentina, hemos logrado, con luces y sombras, construir una patria a la vanguardia de las luchas sociales y las demandas. Quienes hayan generado sombras en la historia argentina, solo usaron las banderas como máscaras oportunas para ganar elecciones y perseguir intereses privados, se ahogaron en sus míseros discursos. Como dijo Alfonsín “no bastan las buenas ideas”, como dijo el Perón “mejor que decir es hacer”. Esto significa, claro está, que no pueden quedar en palabras ni en discursos decorados los valores que se proclaman en banderas.

Bien dice Mariano Moreno que la libertad de los pueblos no consiste en palabras ni debe existir en papeles solamente. Cierto es que ese desafío es el que debemos fortalecer diariamente desde todos los sectores. Nunca más fuerzas políticas que tomen al pueblo como objeto de reclamo cuando piden un voto. Empoderar más aun el concepto de sujeto de justicia y de héroes colectivos. Con el convencimiento de que nada grande se puede hacer con la tristeza, y entender que con la democracia se come, se educa y se cura.

Nos acompañarán siempre las construcciones que hemos hecho desde todos los rincones y espacios de nuestra sociedad. La misma historia de desencuentros es la que nos une, así como doscientos años atrás unió a los padres fundadores de la independencia argentina.

Por último, no queda solo en festejos casuales de calendario la alegría de un bicentenario, ni tampoco tiene que ser un jolgorio de pocos. La garantía que debemos entregar a los ciudadanos de nuestra tierra es aquella de perpetuar el fortalecimiento de la democracia y la profundización de los derechos hasta que esa igualdad que Moreno proclamaba sea una realidad vivida.

Hacia allí vamos, desde todas las fuerzas políticas que hoy en estas líneas representamos los firmantes; no como exclusividad de fuerzas sino como un mensaje de trabajo conjunto en tiempos en que el mundo gira a su antojo y sin rumbo. La patria es un acto perpetuo, dice Borges en su poema de 1966; todos debemos ser dignos del antiguo juramento, de ser lo que ignoraban, argentinos, de ser lo que serían por el hecho. De haber jurado en esa vieja casa, nuestro deber es la gloriosa carga. Nadie es la patria, pero todos los somos. Arda en nuestro pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso.

(*): Diputada FPV – PJ  y Diputado Alianza Cambiemos – UCR.



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