Vanesa Gómez: “En mi nueva historia, los vínculos femeninos son la luz por donde el texto respira”
La autora rosarina acaba de publicar "Bárbaras", una atrapante novela sobre una estirpe de mujeres que puede vislumbrar crímenes durante sus sueños. Entre el género policial y lo sobrenatural, la obra reafirma la pertenencia de Gómez a la nueva narrativa argentina escrita por mujeres, junto a grandes referentes como Selva Almada, Dolores Reyes y Claudia Piñeiro.
Vanesa Gómez. / Foto: Matías Bó.
Por Ximena Pascutti
La reciente novela de la escritora Vanesa Gómez atraviesa la vida de Luisa, una mujer que puede ver en sueños… Una suerte de don o maleficio que pasa de generación en generación por las mujeres de su familia transformando la realidad. A lo largo de todo el libro, publicado por UNR Editora, lo onírico une pasado y presente, campo y ciudad, mientras anticipa un futuro en el que la idea del mal lleva el nombre privado de “diablo del miedo”. Entre recuerdos y premoniciones, plasma encuentros sobrenaturales y violencias humanas naturalizadas en un mundo de mujeres.
“Muy al principio la pensé como un policial metafísico porque hay elementos negros: un asesino y una búsqueda de este, en medio de una fluctuación entre lo onírico y lo sobrenatural”, define la autora rosarina. “Pero como a mí lo argento me tira, supongo que resulta en un realismo que se inscribe en zonas y lenguajes marginales, con pizcas de thriller, de lenguaje simbólico, de la naturaleza de la mujer y de los objetos”.
A la génesis de la historia hay que buscarla en un sueño turbulento que Vanesa experimentó hacia finales de 2018: “Una tarde me desperté agitada a lo Gregorio Samsa”, recuerda. “Soñé con quienes iban a ser los protagonistas de Bárbaras, siendo chicos y luego ya adultos: soñé con una nena que despertaba de una pesadilla y le preguntaba al padre dónde estaba el chico… Ella había visto en sueños a un chico encerrado que quería salir. Yo, en mis sueños, fui ese personaje, esa nena”, recapitula. “Anoté la escena en mi diario de sueños. Palabras, detalles para poder continuar pensando en las voces, en los personajes, las sensaciones. Me dije: esto es una novela. Aunque no tenía ni la menor idea de cómo abordar esa escritura. Ese fue el germen de Bárbaras. No creí que fuera a convertirse en un libro”.
Estirpe de brujas
Gómez cuenta que Bárbaras se nutrió del cine que aborda la figura de las brujas, ya sea como estereotipo de lo malvado y sensual o de lo terrorífico y horrendo: “Sobre todo las brujas que, tras la revisión histórica que le debemos al feminismo, son poseedoras de ciertos saberes y conocimientos, traen niños al mundo o realizan prácticas de aborto, sanaciones y curandería con plantas y elementos de la naturaleza -aclara-. Mis brujas son una selección de todo eso, no son buenas ni malas. Son ambas a un mismo tiempo.
“Al principio pensé esta novela como un policial metafísico, pero me tira lo argenta, por eso supongo que aparece un realismo que se inscribe en zonas y lenguajes marginales, con pizcas de thriller, de lenguaje simbólico, de la naturaleza de la mujer y de los objetos” (Vanesa Gómez).
-¿Qué te inspiró a explorar estos temas en tu novela?
-Son temáticas que me convocan desde que empecé a escribir. Suele haber un elemento de lo onírico en mis textos, a veces es sutil, otras bien definido. Lo sobrenatural se fue imponiendo. Mi idea era ir por el lado del policial, pero no escribo con un plan, no es que elijo un tema y armo el texto en base al tema. Dejo que el texto vaya surgiendo, emergiendo, armándose. Así que por más que yo tuviera la intención de ir por el lado del policial crudo y duro, los personajes, el ambiente donde se movían, me fueron marcando la cancha. No me quedó otra que ver hacia dónde ellos querían ir.
-Tu reciente obra parece inscribirse dentro de la nueva narrativa argentina escrita por mujeres, junto a referentes como Selva Almada, Dolores Reyes y Claudia Piñeiro. ¿Cómo ves tu trabajo en relación con estas autoras?
-Quizá la vinculación vaya por el lado de ser mujer y de vivir inmersas en un mundo de violencias. Me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si el autor de Las viudas, de Este no es un río o de Cometierra hubiera sido un hombre? Y a la inversa, ¿cómo hubiéramos recibido Rayuela si hubiese sido escrito por una mujer? ¿Y El Aleph? Es un ejercicio interesante pensar las obras por fuera de si fueron escritas por hombres o mujeres. No sé si sea posible, más teniendo en cuenta que la mayoría de las veces “Anónimo” era una mujer, o que muchas firmaban con los apellidos de los maridos. Acá, de lo que se trata es, si es posible separar al autor o a la autora de la obra. Y… no lo sé. Lo intento con algunos y algunas, pero más por una cuestión de desagrado hacia la ideología política que por una cuestión de género.
–Bárbaras se suma a muchas ficciones argentinas que están problematizando el femicidio, la trata, el aborto clandestino e incluso los micromachismos. Y sabemos que los libros van dejando con el tiempo semillas de reflexión. ¿Qué te gustaría legar a las próximas generaciones, a partir de este fenómeno?
-Legar me parece una palabra demasiado enorme. Pensar, reflejar quizá, la condición hombres-mujeres, ciudad-campo. Ojalá haya podido mostrar la vida de estas mujeres en aquella época, con un discurso hegemónico machista, con una doble moral, cómo a pesar de todo eso, los vínculos femeninos, los lazos que nos unen a las mujeres son la luz que entra en el texto, el lugar por donde se respira.
-La gran escritora y docente Beatriz Actis destaca la depuración de tu prosa y el realismo obsesivo de los diálogos. ¿Qué tan consciente sos de estos elementos durante tu proceso creativo?
-Beatriz es muy generosa. No lo había pensado. Lo veo ese proceso como un montaje: qué puedo hacer yo con los personajes, colocándolos en determinadas situaciones. Los diálogos demandan un trabajo minucioso, posterior a la escritura; a veces aparece algún hallazgo, una palabra, una expresión. A veces no. Me interesan los diálogos que permitan ver a los personajes, que no resulten explicativos. La pregunta igual era otra, qué tan consciente soy… Cero consciente. En el momento sólo sé que estoy en determinado lugar con mis personajes y que quiero que se muevan, que actúen, que vivan. Lo otro ya es un trabajo de corrección y corrección y corrección que no se termina nunca, al menos, como decía Castillo, hasta lograr el borrador más bello.
-El año pasado publicaste el libro de cuentos “Los que esperan” (Ediciones Diotima). ¿Cómo comparás la experiencia de escribir en clave de cuento o novela?
-Son otros los tiempos. Meterse en una novela es saber que vamos a hacer un viaje largo y que nada nos garantiza que vaya a salir bien. Y hay que pasar un mínimo de varios meses con la cabeza ocupada con esos personajes, con ese universo, pensando qué hacen, qué dicen, cómo lo dicen. Es cierto que en cuanto a la estructura ofrece una libertad mayor, permite digresiones. El cuento es más un universo cerrado. Está también la búsqueda de esa conexión, ese hilo que une a los diferentes cuentos entre sí, que los liga en cierta forma y que hace que en conjunto conformen un libro, algo orgánico. No le tengo mucho afecto a esos libros tipo bolsa de supermercado, donde se meten diferentes productos sin discriminar. De todas formas, prefiero el cuento, preferiría escribir cuentos, pero el cuento es muy guacho, no siempre se deja.
-¿En qué estás trabajando?
-En una novela. Estoy divirtiéndome mucho con Martín, un pibe que quiere ser uno de los Titanes en el ring, en el 2001. La madre no lo deja porque es menor. Martín agarra el auto y se va a la ruta. Me alegra haber cerrado en cierta forma esa trilogía involuntaria de brujas y estar ahora con unos personajes y un tema del todo inesperados. Si hay algo que no me “convoca” en lo más mínimo, es la lucha libre. Y ahí estoy, divirtiéndome a lo loco, rozando ciertos temas complejos, más del ámbito de lo familiar, la crisis del 2001.
La autora se reconoce a sí misma explorando la dimensión de lo onírico: “Los sueños, y también las pesadillas, ocupan gran parte de mi vida. Me preparo para ir a dormir como quien se prepara para un largo viaje: lentes, libro, lapicera, cuadernito, agua, una luz, el silencio. Entrar a la cama para mí es entregarme a un mundo desconocido, lleno de promesas, hermosas o siniestras”, admite.
¿Quién es la autora de Bárbaras?
Vanesa Gómez es escritora, profesora de Filosofía y coordinadora de talleres de escritura. Publicó los libros Saudade (poesía, primer premio Concurso Adolfo Bioy Casares, 2011), Sirena entre los dedos (cuentos, primer premio Concurso Río Ancho Ediciones, 2013), En el umbral (novela, Le Pecore Nere, 2018) y Los que esperan (cuentos, Ediciones Diotima, 2023). Participó de las antologías Rosario se lee (Casagrande, 2018), Premio Mujica Láinez XV Edición (Indie Libros, 2021), entre otras. La novela Bárbaras, publicada este año por UNR Editora, es su libro más reciente.
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