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Deportes 14 de marzo de 2021

A noventa años de la definición más insólita del fútbol marplatense

Nación y Atlético Mar del Plata tuvieron que disputar cinco partidos de desempate para coronar al subcampeón del torneo de 1931. Historia de una pulseada que lo tuvo todo y que duró más de cincuenta días. ¿Fue el verdadero partido más largo del mundo?

Una de las habituales formaciones de Nación en los albores de la década del 30’. Casi todos estos jugadores protagonizaron uno de los “cruces” más “picantes” del fútbol de Mar del Plata.

Por Sebastián Arana

 

Cerca de fines de este 2021 se cumplirán noventa años de una de las más insólitas y singulares definiciones en la historia del fútbol marplatense. Un duelo mano a mano que se extendió tanto en el tiempo que deja “chico” a cualquiera que se haya ganado el calificativo de “El partido más largo del mundo”.

Ocurrió a la finalización del Torneo Oficial de 1931, ganado por Independiente. Aún faltaban alrededor de seis años y medio para el nacimiento de Carlos Bilardo. Por entonces, el segundo puesto tenía valor y se premiaba. Nación y Atlético Mar del Plata igualaron esa posición con doce puntos, uno menos que el campeón. Y la vieja Asociación Marplatense dispuso un partido de desempate para resolver ese lugar privilegiado a disputarse en el entonces recién inaugurado estadio de la Plaza Peralta Ramos, heredero de la histórica cancha emplazada en la Plaza España.

La Asociación se tomó su tiempo. Resolvió que antes definieran Aldosivi y el viejo Nacional (hoy General Urquiza) el último puesto. Y recién programó el cotejo entre “azules” y “decanos” para el 25 de octubre, casi un mes después de la finalización del certamen.

Victoriano Petrillo, Bernardo Cahuapé y Ulises Della Torre, tres habituales en las formaciones del equipo “azul”.

Victoriano Petrillo, Bernardo Cahuapé y Ulises Della Torre, tres habituales en las formaciones del equipo “azul”.

A comienzos de los años 30’ Atlético Mar del Plata y Nación no eran dos equipos cualquieras. Los primeros habían sido campeones en 1929; los segundos, en 1930. En aquel entonces siempre estaban entre los favoritos a la hora de adelantar pronósticos previos a un torneo. Y, sin tratarse de un clásico, cada vez que se enfrentaban era “a cara de perro”.

 

Primer capítulo

 

Así se jugó el primer partido y salió 4-4 bajo el fuerte sol de las dos y media de la tarde. Santiago Torre, de Nación, abrió el marcador a los 3’ del primer tiempo y señaló el segundo a los 39’ de la misma etapa. Antes, a los 17’, había igualado Enrique Piovano, goleador del Oficial y de la temporada con un gran promedio de doce tantos en catorce partidos. A los 12’ del complemento Ricardo González estableció el 2-2. Desniveló Bernardo Cahuapé a los 21’ para Nación, volvió a igualar Piovano a los 27’ y un minuto más tarde Germán Álvarez estableció el 4-3 que parecía definitivo. Pero a los 43’ el citado González logró el empate final.

Pese a la lluvia de goles, el redactor de entonces de LA CAPITAL curiosamente calificó al duelo como “de los peores de la temporada”, hizo hincapié en el clima de nervios y defenestró la actuación del árbitro Rocatti. “La lucha parecía que no iba a terminar –escribió el autor de la crónica-, sobre todo después del segundo tanto ‘azul’. El primero fue convertido con un visible hands (NdR: mano) de su autor; en cuanto al segundo se alegó que la pelota había salido del campo de juego en la jugada que precedía al ‘goal’”.

El bueno de Rocatti, pese a la disconformidad generalizada con su labor, se las compuso para llegar al final del partido. En ese punto nadie supo muy bien qué hacer. Se imponía jugar un tiempo suplementario, pero nadie estaba demasiado convencido. Para colmo, a partir de las 16.30, había otro partido programado. “El referee se dispuso a continuar para desempatar y llamó a los cuadros. Se discutió mucho sobre continuar o no (…) Pasaron seis minutos, por lo cual el juez se retiró, alegando que a su llamado los equipos no formaron”, dice la crónica. Nadie pudo convencer a Rocatti de regresar y el segundo puesto quedó sin resolución.

 

Reprogramación

 

Esa indefinición pasó a convertirse en un problema. El partido que esa tarde seguía al protagonizado por Nación y Atlético ya correspondía a la Copa de Competencia, el segundo torneo de la temporada. Entonces el año futbolístico quedaba muy largo para un único campeonato de primera en el que los diez participantes jugaban todos contra todos a una sóla rueda. Sobraba tiempo y era costumbre la disputa de un torneo corto por eliminación directa, la Copa de Competencia, para llenar el calendario. Con distintos nombres y formatos, antes o después de la temporada oficial, la costumbre de jugarla se mantuvo hasta 1977.

La cuestión fue que, por puro azar, Nación y Atlético Mar del Plata también quedaron emparejados como uno de los cruces de la primera ronda de la Copa de Competencia. Viendo la paridad entre ambos y anticipándose a otra posible situación de empate, una mente iluminada de la Asociación dispuso “matar dos pájaros de un tiro” y resolver al mismo tiempo el desempate del segundo puesto del torneo que había terminado y el “cruce” del que comenzaba. En la noche de los tiempos se perdió el nombre del autor de la iniciativa. Pero los acontecimientos posteriores le dieron plenamente la razón.

 

Segundo chico

 

Las lluvias, protagonistas eternas del fútbol marplatense, se dieron una vuelta los domingos 1 y 8 de noviembre y no pudo jugarse. Finalmente, el segundo partido se disputó el 15 de noviembre. Atlético Mar del Plata, que arrancó ganando con un gol de Piovano a los 7’ del primer tiempo, dejó pasar la gran oportunidad de quedarse con el doble premio. El propio Piovano estrelló un penal en el travesaño a los 23’ y dos minutos más tarde su compañero Giuranovich desperdició otra pena máxima errándole al arco. Nación aprovechó la vida que el “decano” le dio y, pese a que Carrasco le atajó un penal a Cahuapé a los 23’ del segundo tiempo, logró el empate a tres del final con otro penal, esta vez convertido por Germán Álvarez.

Después de las críticas a Rocatti del partido anterior, se imponía el suplementario. Sin embargo, la prórroga nunca se jugó. El árbitro Oliva acusó una indisposición que nunca estuvo demasiado clara y la definición quedó diferida para un tercer encuentro.

La visita de Peñarol de Montevideo a Mar del Plata para disputar un amistoso con el campeón Independiente del domingo 22 de noviembre demoró más la historia. La ciudad futbolera se paralizó por ese partido que convocó 5.000 personas al estadio de la Plaza Peralta Ramos y que concluyó con un apretado 2-1 en favor del famoso cuadro uruguayo.

 

¿La tercera es la vencida?

 

El dichoso tercer cotejo se jugó entonces el domingo 29 de noviembre. Con arbitraje de Francisco Grimaldi, los dos equipos se lanzaron, entusiastas, a buscar el triunfo. Juan Guzmán abrió el marcador para Nación a los 27’ de la primera parte y Piovano, cuándo no, empató con un penal tres minutos más tarde. En el entretiempo, literalmente, se cayó el cielo sobre Mar del Plata. Imposible seguir. La reglamentación imperante sostenía que si un partido se suspendía y estaba igualado debía jugarse de manera completa. La eliminatoria fue, pues, a un cuarto partido.

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Cuarto intento

 

El 6 de diciembre “azules” y “decanos” se enfrentaron por cuarta vez. Si el primer duelo fue el de la lluvia de goles, el segundo el de los penales errados y el tercero el de la tormenta; el cuarto, sin dudas, fue el de las patadas. “Abundaron los fouls y los deseos de venganza por propia mano”, dice la crónica de aquel día. La batalla la iba ganando Atlético con otro gol de Piovano a los 13’ del segundo tiempo. Pero a los 30’ se produjo una discutida mano de Oscar Martínez en su área y Grimaldi sancionó penal en favor de Nación. Las protestas “decanas” fueron de tal calibre que el árbitro amagó irse del terreno de juego. Pero volvió y, finalmente, a los 33’ Germán Álvarez se hizo cargo de la pena máxima y puso el 1-1, lo que enardeció aún más a los “players” de Atlético. Grimaldi, que ya durante el partido había permitido cualquier cosa, acobardado, se fue del terreno de juego. La historia sin fin, una vez más, había quedado sin conclusión.

 

Quinto partido

 

Fue tal la bronca de los dirigentes de la Asociación con los árbitros que en la semana posterior decidieron cortar por lo sano y en una medida insólita resolvieron que el quinto partido lo controlara Pedro Echeverría, consejero del propio ente futbolero.

Lo curioso del caso fue que, por razones laborales, Echeverría recién pudo llegar para el segundo tiempo del quinto partido. En el primero el “trabajito” lo cumplió otro directivo, Juan Cionfrini. La cuestión fue que entre los dos encarrilaron un partido más o menos normal. Y Nación, que aquel día jugó mejor, ganó 2-0 con tantos de Luis Iriarte y Miguel Laffont, ambos en el segundo tiempo. Era el 15 de diciembre de 1931. Habían transcurrido cincuenta y un días desde el 25 de octubre, dos torneos, cinco encuentros, 393 minutos de fútbol sin los descuentos, dieciséis goles y tres penales errados. Si éste no fue el partido más largo del mundo, no debe estar muy lejos.

Nación, en definitiva, se quedó con el subcampeonato de la temporada 1931. En el club no quedó ni un trofeo ni una medalla que recuerde el episodio, completamente olvidado en la historia del fútbol marplatense. El equipo “azul” no tuvo mucho más vida en la Copa de Competencia. En la instancia siguiente sufrió la eficacia de otro gran goleador de aquellos años, Isidoro Bottá, autor de tres goles en el 4-2 favorable a los “rojos”, que también se quedaron con aquel trofeo.

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Lejos estuvieron entonces los segundos de ser considerados “cebollitas” o “los primeros entre los perdedores”. Por un subcampeonato Nación y Atlético Mar del Plata libraron la madre de todas las batallas. Estar ahí del mejor entonces no estaba tan mal. Es más, por la pasión que le pusieron para conseguirlo, era un honor, suponía un mérito. Otros tiempos. Ni mejores, ni peores. Pero, en este aspecto, más cuerdos.

 

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